5. Por el Andador de la Fosa Común

Tomamos el andador de la Fosa Común, principal eje este-oeste del Cementerio y perpendicular al andador Costa, seguiremos en dirección este, hacia la Fosa Común del Cementerio. También aquí se concentran algunos de los más interesantes enterramientos de la necrópolis.

La primera obra reseñable es el panteón de la Fundación J. Nicolás de Escoriaza (1905), formado por un alto pedestal troncopiramidal, rematado por un esbelto Ángel del Juicio Final en mármol de Carrara. Un poco más adelante, en el lado derecho, está el panteón de la familia Palomar-Cebrián (hacia 1895), uno de los pocos ejemplos existentes en el Cementerio, de la utilización del hierro como material constructivo. A finales del siglo XIX era el material de moda, casi indestructible, perfecto para el arte funerario. Un siglo después, el deterioro es manifiesto.

Continuando el camino, en el lado izquierdo, hallamos Ángel en oración. Panteón de la familia Matute Pérez (1898). El escultor Dionisio Lasuén esculpe un Ángel de la Guarda arrodillado, ante un sarcófago con ornamentación de hojas de hiedra, símbolo de la resurrección. Es obra de delicada factura, en la que destacan las bellas facciones del rostro y la sensación de materialidad de las alas y de los pesados pliegues.

En el mismo lado, encontramos el panteón de la familia de Laín (1921), un revival románico, construido con sólidos sillares de piedra clara, en el que no faltan los capiteles labrados, el tímpano con crismón, el ajedrezado jaqués o la cornisa volada con modillones de rollos.

Atravesamos el Andador Costa y seguimos en la misma dirección este, aquí se agrupan cuatro panteones del máximo interés. En el lado izquierdo, el Panteón de Gerardo Mermejo (1915) , tiene uno de los trabajos más excelsos de ornamentación y cantería del Cementerio: Columnas anilladas recubiertas con sudarios, capiteles con hojas de hiedra, guirnaldas de rosas, coronas mortuorias, sudarios sujetos con lazos, o flameros con sudarios que cuelgan. Un Ángel de la Guarda permanece sentado sobre un sarcófago, obra meritoria del escultor Carlos Palao. Enfrente, el Panteón del financiero y político Juan Bruil (1880) , de sencilla estructura, con un alzado flanqueado por columnas y rematado por un pequeño frontón. El espacio da cabida al busto-retrato del personaje, en mármol. Obra del quizá más notable escultor neoclásico español, el zaragozano Ponciano Ponzano. Neoclasicismo en estado puro. Algo más abajo, el monumental panteón de la familia Maynar (1890) diseñado por el arquitecto Félix Navarro. Destacan sus dimensiones, la robustez del conjunto o la grácil cúpula. Bajo un aparente clasicismo hay un lenguaje ecléctico. Arquitectónicamente es una obra cumbre del Cementerio. En el lado opuesto, está el Panteón de la familia Portolés (1912) , un edículo de planta rectangular que cubre sus paramentos con unos espléndidos bajorrelieves en bronce de sutil trazo, modelados por Carlos Palao, con temas sobre la resurrección de Cristo y la inhumación. En la fachada son protagonistas los elementos escultóricos y ornamentales de simbología funeraria.

Desde aquí, continuamos por el andador en la misma dirección con el objetivo de llegar hasta el Monumento Conmemorativo de la Fosa Común. Nos fijaremos en alguna obra de interés.

En el lado derecho, el panteón de Eustasio Morón (1922), es representativo del modelo de enterramiento con retrato escultórico del fallecido, siguiendo la costumbre de la Roma clásica . Más adelante y enfrente, el panteón de la familia de Pardo-Alcalá (1931), está inspirado en formas egipcias. Una mujer permanece sentada ante la puerta entreabierta de la vida eterna. Desviándonos ligeramente por el andador del cuadro 65 encontramos el panteón del torero Jaime Ballesteros "Herrerín" , fallecido trágicamente en 1914. El busto-retrato en piedra del torero se alza sobre un pedestal, sobre la tumba, la estatua sedente de una mujer que llora su muerte. Muy cerca, pero ya en el andador, está el panteón del también torero Florentino Ballester "Ballesteros" , con el busto-retrato del torero en bronce, y la tumba cubierta con un capote junto a la montera.

Finalmente el andador se ensancha formando un amplio espacio abierto, la plaza de la Fosa Común, en el que los cipreses, los pinos y el romero rodean al grupo escultórico que forma el Monumento Conmemorativo de la Fosa Común (1919) . Dos hombres sujetan el cadáver de un tercero para proceder a su inhumación. La acertada composición y el tratamiento formal de los tres desnudos, esculpidos en piedra y de tamaño superior al natural, lo convierten en una obra merecedora de la Segunda Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes, así como en una obra de referencia del Cementerio zaragozano. Su autor el zaragozano José Bueno es uno de los principales escultores aragoneses del siglo XX. El monumento fue erigido por suscripción popular y consta de un largo epitafio escrito por Juan Moneva. En pocos lugares como en éste, una escultura alcanza la plenitud de su integración con el entorno.

Regresamos por el mismo camino por el que hemos venido, hasta tomar el primer andador adoquinado a la derecha, en dirección norte, hasta llegar al andador "A". También podemos coger cualquiera de los dos caminos siguientes en tierra con la misma dirección, contemplaremos interesantes panteones de las primeras décadas del siglo XX.