TITULADAS, PRIMERAS BACHILLERES Y LICENCIADAS y PROFESORAS DE EDUCACIÓN SUPERIOR.
EL SIGLO XX: ROMPIENDO BARRERAS.
'Al llegar a la Universidad me metían en un pequeño cuartucho que tenía el conserje y donde se guardaban las escobas y utensilios de limpieza. Al empezar las clases salía de allí y ocupaba un pupitre separado de los demás alumnos. El primer curso era lo que se llamaba «el Preparatorio» y servía para Letras y Derecho. Los alumnos eran bastante numerosos, ya que muchos querían llegar a ser abogados'.
María Dolores de Palacio y Azara (1895-1989)
Comentarios extractados de sus Memorias manuscritas
publicadas en 2010 en un libro
titulado 'Memorias de una mujer catedrático'
Presentación
Incluye las reseñas de las mujeres tituladas que ejercieron su recién estrenado derecho a los estudios de bachillerato y universitarios, que se titularon en diferentes ramas y que se dedicaron primordialmente a ejercer la docencia en Institutos y Universidades.
Tradicionalmente se consideraban los estudios femeninos como una prolongación del hogar y simplemente parecía impensable que una mujer quisiera cursar formación superior.
En el s. XIX se produjo un estancamiento en lo relativo a la educación femenina. La ciencia, la historia natural y las circunstancias fueron utilizadas para justificar y demostrar la inferioridad de las mujeres y descartar la formación superior o científica para ellas por considerar que esas actividades no eran propias de su sexo. La necesidad de extender la educación primaria entre las clases trabajadoras favoreció sin embargo que las mujeres pudieran empezar a recibir una mejor formación que la impartida hasta en aquel momento en los centros de educación dirigida a las mujeres. En Aragón, la educación secundaria de las mujeres se incorporó con más retraso que en otras regiones españolas debido alto nivel de analfabetismo imperante en un Aragón casi totalmente rural. La provincia de Teruel fue la más adelantada sin embargo y en la que más número de mujeres cursaron los estudios de Magisterio en el siglo XIX.
Fue a partir de 1868 cuando se permitió en España el acceso de las mujeres a la Universidad, aunque las pioneras que comenzaron a ir a la Universidad tenían que solicitar autorización legal, tal como se decretó en 1888. En 1890 sólo había 15 universitarias. Durante muchas décadas prácticamente los únicos estudios a los que tenían acceso las mujeres eran los de Magisterio, por considerarse que la enseñanza formaba parte de la misión femenina, prolongada más allá del hogar. Las primeras bachilleres y tituladas de Enseñanza Superior lo fueron en estudios relacionados con el ejercicio de las letras. La carrera de Magisterio era para muchas la forma de acceder al mundo académico y la utilizaron después poder formarse en aquello que les motivaba (Enrique García, U.Zaragoza). El 8 de marzo de 1910 se legalizó el acceso de las mujeres españolas a los estudios de bachillerato y universitarios, “sin necesidad de consultar a la Superioridad las inscripciones de matrícula en enseñanza oficial o no oficial solicitadas por las mujeres”. Dicho decreto autorizaba por igual la matrícula de alumnos y alumnas, permitiendo el acceso a la Enseñanza Superior en igualdad de condiciones. Fue formulado poco después de que Emilia Pardo Bazán fuera nombrada consejera de Instrucción Pública.
A partir de entonces fue aumentando progresivamente el número de universitarias. La publicación en septiembre de ese mismo año de un decreto que reconocía a las mujeres una vez licenciadas el derecho de poder presentarse a las oposiciones convocadas por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, se dejó notar en todas las universidades. Hasta ese momento los títulos de licenciatura obtenidos por mujeres no habían sido válidos para ocupar ningún puesto en las administraciones públicas; pero ahora desaparecían tales limitaciones (A Muñoz-Muñoz, 2015). Los esperanzadores avances vividos en los años 20 y 30 del siglo XX para el acceso de las mujeres a todos los campos del desarrollo intelectual, se cortaron radicalmente como otros muchos proyectos de la sociedad española, con el estallido de La Guerra Civil en 1936, si bien ello supuso un especial retroceso para la educación femenina. La depuración política del profesorado, el estricto control ideológico y la prioridad que el nuevo régimen franquista daba a la educación bajo los principios religiosos de la Iglesia, frenó el desarrollo de la formación femenina hasta final de los años 60, en que una nueva generación de mujeres irrumpe en el escenario universitario, en todas las ramas de los estudios, siendo muchas de ellas las actuales profesoras que marcan las pautas de la enseñanza aragonesa.