2. De San José a Las Fuentes


Monumento a San Braulio. Escultor: Josep Bofill.

No menos espectaculares son otros murales pintados con motivo del X Festival Asalto en el vecindario. Los depredadores, firmado por INO, protagonizado por un águila norteamericana y un ayatolá era el más imponente; pero por lo visto la pintura usada no fue la más indicada para aguantar las inclemencias del tiempo y apenas ya se percibe. Mejor se conserva, a la vuelta de la esquina, un alegre mural Sin Título en la Calle Antonio Maura, obra realizada en colaboración de varios artistas, cuya pared central está protagonizada por un misterioso conejo pintado por Alfalfa. Y aún más intrigante es Tribute to the Iberian Wildlife, realizado por Dulk en otra medianera de la vecina Calle Monasterio de Samos, donde una moderna Caperucita dice adiós a un bosque fantasma, poblado por una heterogénea fauna de zombis.

Desde allí nos acercamos a la Plaza Utrillas, presidida por una decimonónica Fuente de las Garzas, así llamada por tener dos estilizadas garzas de bronce a ambos lados de un fuste que imita intrincada vegetación. Es uno de los epicentros sociales del barrio de Las Fuentes, donde no abundan precisamente los surtidores de agua; pero ante el edificio más imponente del vecindario, el antiguo Matadero, se halla la Fuente del Buen Pastor, réplica moderna de la que el escultor Dionisio Lasuén talló para representar un rabadán cargando al hombro un corderillo: una iconografía cristiana muy a propósito como decoración para este inmenso complejo arquitectónico, donde se sacrificaba el ganado para consumo de la ciudad.

Otro equipamiento cercano relacionado con animales era el Canódromo, del que solo queda el recuerdo en el trazado perceptible de un parque en la ribera del Huerva, flanqueado al oeste por una estatua de Mujer Águila, obra de Pilar Pérez Subías e Isabel Queralt y al este por una escultura de Jacinto Ramos que evoca con sus líneas geométricas un Cactus.

Desde allí llegamos al parque Bruil, donde hay una placa en memoria de la osa Nicolasa, que desde 1965 malvivió allí más de quince años, enjaulada en condiciones pésimas, para divertimento de niños y mayores que se ensañaban con ella. Afortunadamente, vivimos ahora en tiempos de mayor conciencia ecológica, como demuestran las esculturas que José Llorente ha tallado en las ramas secas de un Viejo Almez, donde ha representado aves singulares autóctonas.