1. Entorno del Campus Río Ebro


"Los Baturricos", de Óscar Laínez

Empezamos el paseo en una rotonda de entrada a Zaragoza cercana a Juslibol, en cuya glorieta central hay dos figuras de grandes dimensiones donadas a la ciudad por su autor, el escultor aragonés Óscar Laínez Hernández. Se enfrentan un baturro en pose de baile frente a otra femenina plantada con los brazos en jarra como habitualmente hacen las cantadoras de jotas. Dado que las dimensiones y el tráfico de la rotonda sólo permiten contemplar de lejos estas figuras no merecía la pena representar detalles fisionómicos o rasgos faciales, así que ambos personajes resultan impersonales, como si más que figuras de individuos fueran arquetipos, aunque les confiere una connotación más humana el diminutivo popular del titulo: Los baturricos.

Pero también la alta cultura está presente en el vecindario, pues bajando por la calle Luciano Gracia nos topamos con el Campus Río Ebro de la Universidad de Zaragoza, que en 1999 hizo decorar con dos murales escultóricos dos fachadas del estanque ante el edificio Ada Byron. Se trata de La línea vital y Despertar de la naturaleza, sendos relieves obra maestra de Ángel Orensanz, quien combinó característicos trazos propios de la abstracción expresionista con su gusto por las esferas, todo ello poblado de humanoides que parecen condenados al infierno moviéndose en vórtices dantescos o danzarines con las extremidades extendidas dentro de aros, como el Hombre de Vitruvio –una referencia muy apropiada al lado de la Escuela de Arquitectura e Ingeniería.

Tras contemplar esta danza de la vida y la muerte seguimos por la misma calle bajo la autopista para ver el Monumento a la Jota, de Miguel Cabré Cazcarra, situado en la embocadura de la Avda. María Zambrano. Lo donó Ibercaja, que luego construiría muy cerca su Centro Cultural Actur, donde hay actuaciones musicales diversas en su programación. Da la impresión de que en este monumento serían reconocibles los modelos retratados, que en este caso se pueden observar de cerca porque hay acceso peatonal y bancos para sentarse cerca del monumento, que consta de tres parejas de baturros y baturras de distintas edades y en diferentes actitudes, todas ellas también con una pose muy monumental, extraña para un baile tan brioso como la jota. Quizá la idea de dinamismo haya quedado encomendada al correr del agua, cuyo sonido está muy a menudo presente, no por casualidad, en muchos monumentos con iconografías musicales como este.