La incorporación de las mujeres a la profesión farmacéutica, geológica y otros apartados de las Ciencias Naturales fue progresando a partir de los años 20 del pasado siglo, teniendo que superar una época en que no era fácil ni estaba admitido socialmente que una mujer fuese científica. Ello se ha traducido históricamente en que la mayor parte de ellas no han obtenido el reconocimiento merecido y otras muchas han pasado desapercibidas o han sido silenciadas en el devenir de los logros científicos. Mientras hoy las mujeres son el 80% de las personas dedicadas a la profesión de Farmacia, en los años 20 eran apenas el 1%, y por su parte, en el campo de la Geografía y la Geología, a pesar de las muchas aportaciones que realizaron en estas materias grandes mujeres en la primera mitad del siglo XX, la mayor parte han quedado ocultadas en el transcurso de la historia de las ciencias naturales.
Excepto en los conventos femeninos donde las monjas podían ejercer prácticas farmacéuticas, estuvo vedado para la mujer el acceso a los estudios y el ejercicio de la Farmacia durante siglos. A pesar de los conocimientos que tradicionalmente poseían muchas mujeres para la fabricación de remedios curativos, no se admitía culturalmente que las mujeres siquiera sirviesen los medicamentos en la botica y mucho menos que pretendieran ser farmacéuticas. Las viudas de los boticarios tenían permiso a mantener el negocio de la botica familiar, con la condición de que las rigiera un operario varón, y a partir de 1860 se admitió que las hijas solteras de los boticarios fallecidos pudieran conservar a continuación la propiedad del negocio farmacéutico.
La ley española de 1845 desligó los estudios de Farmacia de los de Medicina, dándoles entidad propia, y podían estudiarse sólo en Madrid y Barcelona hasta 1850 cuando se incorporó la universidad de Granada y en 1857 la de Santiago. El doctorado sólo podía obtenerse en la Universidad Central de Madrid. Pero es a partir de 1910 cuando las mujeres se incorporaron a los estudios de Farmacia. Habitualmente su dedicación farmacéutica obedecía a la tradición familiar, con padres, o tíos, o hermanos, etc., ya farmacéuticos o ligados a profesiones sanitarias cercanas, como un modo de continuidad generacional.(Pioneras farmacéuticas Las primeras mujeres del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, 1918-1936. Marta García Garralón y Raúl Renau López). Algunas de las licenciadas en Farmacia ponían y regentaban oficina de farmacia en sus localidades de origen o de afiliación, y otras se incorporaron a laboratorios de distinta orientación científica. Con el tiempo nuevas licenciadas empezaron a incorporarse también como docentes y accedieron a oposiciones públicas.
Trabajar en Geología a mediados del siglo XX en España no era fácil para las mujeres. No obstante, más de una abrió camino con contribuciones científicas importantes en un entorno esencialmente masculino (cit. Comisión Mujer y Geología de la Sociedad Geológica de España). Únicamente el trabajo de unas pocas ha obtenido un reconocimiento suficiente hasta ahora, aunque poco a poco se está recuperando la memoria y el legado de muchas antecesoras que hace menos de cincuenta años eran minoritarias e insólitas, pero dueñas de un indudable talento para la investigación.