LOS HECHOS


En 1808 el I Imperio Francés estaba en su máximo apogeo. Napoleón extendía su poder a toda Europa. Aparentemente nada se le resistía. Con el pretexto de la invasión a Portugal, pretendió sustituir a la dinastía reinante en España, pero estaba mal informado de la realidad española.

Efectivamente, tras una serie de maniobras la familia Real se encontró en Bayona, las principales ciudades y fortalezas fueron ocupadas por los franceses y las mejores tropas españolas lejos del país, destinadas en Dinamarca y Portugal.  

Y fue entonces, cuando todo parecía perdido, cuando la población de Zaragoza, ciudad carente de verdaderas obras de defensa, sin más guarnición que una pequeña compañía de 70 miñones, y gobernada por un Capitán General, Guillelmi, afín a Godoy, se sublevó ante el miedo de verse esclavizados por Napoleón. Era la mañana del 24 de mayo de 1808 cuando la multitud apresó a Guillelmi y le exigió las armas almacenadas en el castillo de la Aljafería.

Todos los sublevados adoptaron desde el primer momento escarapelas y brazaletes de color rojo, que entonces representaba a España, y que servirían para identificar a aquellos paisanos que estaban dispuestos a luchar.

Esa misma tarde, y carentes de un verdadero mando, los labradores del Arrabal, dirigidos por el Tío Jorge fueron a buscar a un joven Brigadier: José de Palafox, hijo segundo de los Marqueses de Lazán quien, tras haber escoltado a Fernando VII a Francia formando parte de su guardia, había intentado sin éxito convencer a Guillelmi de que levantase la ciudad contra los franceses. Tras haber fracasado en su propósito se había refugiado en la finca de sus parientes- los Marqueses de Ayerbe- en la Alfranca. Llegado al atardecer e instalado en el Palacio Arzobispal, que se hallaba vacío al haberse fugado su titular por afrancesado, fue desde su balcón aclamado por la multitud como nuevo Capitán General y cabeza de la rebelión.

En los días siguientes la actividad fue frenética: Palafox convocó a las Cortes de Aragón para dar legalidad a sus decisiones, ordenó el alistamiento de todos los hombres de entre los 14 y los 40 años, así como la requisición de paños para uniformes, armas y caballos; envió emisarios en busca de auxilios y para propagar la rebelión en todo Aragón así como en los territorios vecinos, designó comandantes e instrucciones para los principales puntos.

Pero, ya entonces, la maquinaria imperial se había puesto en marcha: de Pamplona salió hacia Zaragoza una columna dirigida por el General Leffebre Desnoüettes. El 6 de junio chocaban en Tudela estas fuerzas imperiales, encabezadas por los veteranos polacos de la Legión del Vístula, con un primer contingente llegado desde Zaragoza a través del Canal Imperial y dirigido por el Marqués de Lazán, hermano mayor del General Palafox.  

La derrota aragonesa fue completa, regresando los restos de este improvisado ejército apresuradamente a la ciudad. El día 13, y de nuevo mandados por Lazán, volvieron a intentar frenar al enemigo en Mallén, siendo otra vez derrotados, ocurriendo exactamente lo mismo al día siguiente en Alagón, a pesar de que en esta ocasión fuesen comandados por su idolatrado, pero totalmente inexperto General Palafox, que incluso llegó a caer de su caballo cuando se disponía a dirigir una carga de caballería.  La entrada victoriosa de los imperiales en Zaragoza parecía inminente.

Texto: Luis Sorando