Patrimonio cultural

El monumento recuerda el lugar de sepultura de muchos de los zaragozanos que perecieron en el segundo asedio francés durante la Guerra de la Independencia, tanto por la contienda como por la epidemia de tifus subsiguiente. Dicho lugar, en la actual arboleda de Macanaz, es una gran fosa común —una de las más grandes de España— a orillas del Ebro, que tras la capitulación de la ciudad el 21 de febrero de 1809 albergó más de 10.000 cadáveres del segundo sitio de Zaragoza, pues los franceses ordenaron limpiar la ciudad de cuerpos y aprovecharon para ello el espacio de la antigua salitrería de Macanaz.

Como recoge el Diario de los Sitios de Zaragoza de Faustino Casamayor: «Siendo muy grande la mortandad de tanto número de enfermos, no encontrándose otra cosa que cadáveres por las calles, por cuya causa se mandó bajo graves penas que se llevasen a la puerta del abrasado edificio de la Real Audiencia [edificio desaparecido situado junto a la Lonja] y de allí se trasladasen a la salitrería de la arboleda de Macanaz, donde se hizo una zanja muy honda».

Ya en los años cincuenta del siglo pasado, con la creación de los accesos al nuevo puente de Santiago sobre el río Ebro, aparecieron numerosos cráneos humanos, según un informe de la alcaldía de Luis Gómez Laguna. Sin embargo, no se mostró mayor interés por levantar un memorial que la colocación de un semáforo para indicar la localización de la fosa común. En el año 2007, con la construcción de un parking en la zona, volvieron a resurgir restos de cadáveres, despertándose entonces el deseo —no consumado hasta el año 2023— de conmemorar a los héroes y heroínas anónimos del asedio francés.

Este monumento conmemorativo, que comenzó a ser modelado en barro por Jesús Gazol en los primeros meses de 2021, quedó concluido dos años después. Fue inaugurado en la arboleda de Macanaz el día 21 de febrero de 2023, en el 214 aniversario de la capitulación de la ciudad ante los franceses, con la pretensión, no solo de que el pueblo pueda disfrutar la obra del escultor Jesús Gazol en un entorno privilegiado, sino también de que la obra ejerza como un testimonio material de los hechos históricos acontecidos.

A la inauguración, además del propio escultor, acudieron Sara Fernández, vicealcaldesa de Zaragoza y consejera municipal de Cultura y Proyección Exterior, Natalia Chueca, consejera municipal de Servicios Públicos y Movilidad, y María Navarro, consejera de Presidencia, Hacienda e Interior. Junto a ellas, estuvieron presentes Lola Ranera, portavoz del grupo municipal del PSOE y presidenta de la Junta de Distrito del Rabal, y Julio Calvo, portavoz del grupo municipal de VOX. También hicieron acto de presencia las diferentes asociaciones impulsoras del homenaje: la Asociación Cultural Los Sitios de Zaragoza, la Asociación Histórico-Cultural Voluntarios de Aragón, la Asociación de vecinos Royo del Rabal y la Asociación de vecinos Tío Jorge-Arrabal.

Durante la inauguración se realizaron diferentes actos conmemorativos, entre los que destacan la actuación de la banda de música de la Academia General Militar. También se llevó a cabo, por parte de dos policías municipales vestidos de gala, la colocación de una corona victoriosa como homenaje a la resistencia de los Sitios, y el grupo Dance del Rabal realizó un baile tradicional.

En palabras del autor, la obra representa «el terror de la guerra a través de personajes que expresan el dolor, la angustia y la pérdida». Se trata de un verdadero compromiso por parte de Gazol, el ayuntamiento y las asociaciones culturales y vecinales para recordar lo vivido por Zaragoza durante los Sitios.

Es importante remarcar que todos los partidos políticos se pusieron de acuerdo para realizar este monumento conmemorativo, al igual que en el pasado todos los zaragozanos se unieron en la defensa de la ciudad contra los franceses. De esta manera, es el propio pueblo de Zaragoza quien rinde homenaje al pueblo de Zaragoza, estrechando lazos con un pasado que no debe ser olvidado, ya que sigue moldeando el presente. Sin la actuación y las reiteradas peticiones por parte de las diferentes asociaciones vecinales, no hubiera sido posible la creación de este monumento, tan tardía como necesaria, para recordar un lugar y unos hechos que habían sido obviados, aun habiendo tenido lugar en un escenario tan concurrido como lo es la arboleda de Macanaz.

El monumento rinde homenaje a un hito histórico que tuvo lugar en la zona donde este se ubica, por lo que se interrelaciona a la perfección con el entorno que le rodea. El grupo escultórico principal se ha colocado de forma sobreelevada al espectador para que este tenga que levantar la cabeza para admirarlo, intentando, en palabras del autor «elevar su figura, de forma física y simbólica». En la parte inferior, una gran plancha calada de acero corten dispuesta en saledizo sobre el soporte de hormigón blanco representa de manera efectista el plano de la ciudad de Zaragoza en el espacio temporal en el que ocurrieron los Sitios de Zaragoza, con el fin de ubicar los hechos acontecidos. En la representación destaca la gran cesura que supone el cauce del río Ebro, que prácticamente divide la plancha en dos mitades unidas sutilmente por el perfil del puente de Piedra. Acompañando el mapa, puede leerse encima de este la ya reseñada inscripción de Guillermo Fatás, que identifica y reivindica lo plasmado.

El altorrelieve está conformado por catorce figuras desnudas que transmiten anonimato y soledad ante la muerte igualadora que los mártires dignificados sufrieron durante los Sitios. Los cuerpos de los representados se agolpan como símbolo de la solidaridad del pueblo y la búsqueda de causas comunes ante las adversidades e injusticias. De esta forma, se obtiene un grupo escultórico que deja de lado al individuo para abordar la colectividad, como si Zaragoza de una polis griega se tratara.

Este tipo de composición quizá pueda recordar a obras anteriores como el Guernica de Pablo Picasso, una escena bélica que del mismo modo dignifica la batalla del pueblo anónimo. En esta línea, Gazol hace uso de una figuración realista que roza el expresionismo, tratando, con éxito, de transmitir al espectador el dolor sufrido por el pueblo. Así, logra una pieza que guarda cierto parecido estético con obras de pintores del romanticismo como Géricault, o incluso con los dramáticos frisos griegos del periodo helenístico.

Durante toda la historia se ha homenajeado incesantemente a ilustres personajes, políticos o protagonistas de actos heroicos, pero Gazol buscó, de forma más humana, reconocer el valor de los personajes anónimos, del pueblo, que luchó por defender su libertad. El monumento a la fosa común recoge a la perfección la cita de Benito Pérez Galdós: «Y entre los muertos, habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde».