Formas de amor, formas de amar
Piensa en el amor. Sí, ya lo sabemos: casi seguro que has pensado en el amor romántico. Quizás estemos demasiado condicionados por la influencia de la televisión, las redes sociales, la publicidad…
ESCRIBEN: Eduardo Ibáñez, Marta Fernández, Rocío López, Santiago Salgado, Manuel Mazarico, Javier Sebastián, Enrique Borlizzi, Claudia Consuegra, Paula Blanco, Javier García Roco, Marta Saura, Leyre Gasión, Paula Chueca, Ana Blanco, Raúl Gaudioso, Marta Blanco, Clara Fernández, Lidia Piquero, María Canales, Medardo Heredia.
Nuestra intención al pensar sobre el amor es ir más allá. Somos seres que aman y son amados y creemos que hay muchas formas de amor comunes.
Para muchas personas el amor más importante está en la familia, el núcleo donde aprendemos a dar y recibir amor. Este es un amor más allá de condiciones, que nos protege y cuyo vínculo dura toda la vida.
Fuera de la familia, la amistad es un amor que nos define y nos hace mejores personas: aprendemos a compartir, ayudar y escuchar. La amistad, si el amor es sincero, dura toda la vida. Al crecer, puede surgir el amor romántico, el enamoramiento, del que muchas veces se crea un proyecto de vida común. Con el tiempo, si hay voluntad, aunque el enamoramiento pase, se crea un amor diferente y profundo.
El amor más contradictorio que hemos encontrado es a la naturaleza. La amamos y la necesitamos, pero la destruimos. Buscamos su conexión, pero estamos desconectados casi siempre. Y nos va la vida en ello.
Con los animales el amor es más especial, sobre todo con nuestras mascotas, con las que nos damos cariño y nos enseñan la fidelidad del amor. Aunque no lo extendemos a todos los seres vivos con el mismo celo, es cierto.
Amamos también aquello que hacemos con pasión, como escuchar música, que nos transporta a nuestro mundo interior y nos emociona. Para otras personas el amor puede ser a un deporte, el arte o las diversas actividades de ocio que hacemos. Incluso muchas personas aman su trabajo, un ideal que no siempre se consigue.
El amor es para todas las personas y parte del respeto mutuo. La única condición es cultivarlo, regarlo un poco cada día para que no muera. Pero sin olvidar, que el amor bien entendido tiene que empezar por uno mismo, desde la aceptación sincera. Sólo así seremos capaces de dar y recibir amor en la forma más acorde a cada persona.