Y tú... ¿escribes?


Si entendemos que desde sus orígenes el arte ha estado a nuestro servicio como medio de expresión, creación y comunicación, no es de extrañar que el mundo de la psicología se haya interesado desde hace décadas y que a día de hoy muchas disciplinas artísticas estén siendo utilizadas en contextos terapéuticos. 
 
Fecha de publicación: noviembre de 2021 
 
Palabras clave: escritura terapéutica
Salud - Salud emocional

Es el caso de la literatura, definida también como el arte de escribir. La literatura ha servido a muchos/as autores/as a lo largo de la historia para enfrentarse a sus propios conflictos. Se ha hablado de catarsis, de sublimación… según dicen, el propio Borges logró deshacerse de su insomnio escribiendo un cuento. Psicología y literatura han ido de la mano en cada relato y novela. Imposible separarlas.

En la escritura terapéutica o la escritura como terapia encontramos una vieja conocida que ha estado a disposición del conocimiento, relacionándose y configurando intrínsecamente nuestro propio pensamiento: la palabra.

Si bien es cierto que la palabra escrita es un recurso frecuente en cualquier consulta de psicología (registrar situaciones, emociones y comportamientos ayuda, tanto al usuario/a como al psicólogo/a, a entender las luchas que se están produciendo y a identificar los patrones que producen malestar), la escritura terapéutica da un paso más en ese mapa de situación. Además de realizar dicha reflexión interna también dirige un proceso que elabora, es decir, transforma. Y no olvidemos que en terapia el cambio es el objetivo último. ¿Cómo lo hace? Pues nombrando, encontrando sentido y, por supuesto, dando rienda suelta a nuestra parte más artística para crear al final algo bello ¿no era “la belleza lo que salvará al mundo”?

Cuando escribimos tomamos distancia del universo caótico de nuestros pensamientos. En este caso, no solo desarrollamos a nuestro propio observador interno sino que también cogemos las riendas y ganamos en libertad para reescribir nuestra historia. Se trata de contar o de volver a contar (a veces hasta de no contar), de configurar nuestra identidad. El objetivo al final de ordenar e integrar nuestra propia vía láctea de historias, esas historias de las que estamos hechos.

Algunos de los beneficios más evidentes cuando practicamos la escritura terapéutica son:

1. La expresión de emociones y sentimientos

Es frecuente encontrarnos con un escaso vocabulario a la hora de elegir las palabras que describen y definen nuestras emociones y sentimientos. La falta de educación emocional con la que nos hemos visto obligados a crecer muchos de nosotros/as puede producir cierta confusión a la hora de entender cómo nos sentimos y por qué. Nombrar como primer paso. Parar y nombrar. Dar nombre a lo bueno, a lo malo y a todo lo demás.

2. El autoconocimiento

No existe escritura sin reflexión. Saber qué quiero contar, cómo contarlo y querer contarlo son tres premisas básicas para el ejercicio de escritores y escritoras. La introspección viene de la mano, muchas veces de manera indirecta y sin darnos cuenta de todo lo escrito. Dime de sobre qué escribes y te diré quién eres.

3. El afrontamiento de situaciones difíciles

Son muchas las ocasiones en las que existe una gran disonancia o carga emocional. El distanciamiento que ofrece la tarea de escribir nos ayuda a contar con una herramienta en un punto al que tal vez otras no llegan. Existe además una especie de exorcismo en lo que se escribe. Sale de mí. Se queda en el papel.

4. La búsqueda de sentido y propósito

Cualquier escrito que realizamos tiene cierta estructura. En este aspecto, cada una de las partes, con su principio y su final (o sin ellos), van a ayudarnos a ordenar, a tachar y a corregir lo que escribimos. Para que alguien externo a nosotros sea capaz de leer lo que escribimos y entender lo que queremos decir, debemos ser capaces de entenderlo primero nosotros/as mismos/as. Si la psicología ha tratado, a través de los años y de las técnicas, de “sanar” con la palabra, tal vez podamos, en “una habitación propia”, como nos recomienda Virginia Woolf, utilizar esa palabra, esta vez escrita, como canal con el que conectar además con todos sus sinónimos. A saber: curarse, reponerse, mejorar, aliviarse, recuperarse, restablecerse, regenerarse y fortalecerse. Éstos y otros muchos beneficios hacen de la escritura un camino por el que vale la pena darse un paseo. Aunque con tiempo y dedicación todos llevemos dentro un Premio Planeta, basta con experimentar algún punto de los anteriores para encontrar una vía de autocuidado que quizá nos acompañe durante mucho tiempo. Tienes más información en el libro Practicando la escritura terapéutica de Reyes Adorna.

¿Dónde acudir? Si tienes dudas, pide CITA en la Asesoría Psicológica del CIPAJ
Leticia Chaverri Mendoza, Asesora Psicológica del CIPAJ. Centro de información y asesoramiento Juvenil. Casa de los Morlanes. Plaza San Carlos, 4. 50001 Zaragoza. Tel. 976 721 818. cipaj@zaragoza.es

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