¿Sexualidad o sexualidades?: diversidad


Podría parecer una pregunta irrelevante, sin más sentido que la mera aclaración terminológica; pero aseguro que a nuestros/as jóvenes lectores intentar responder a esta nimiedad esconde algunas sorpresas, y, sobre todo, algunas pistas para ayudarnos, al menos un poco, a ser felices entre el dilema de lo que somos y lo que se espera de nosotros en lo referido a la sexualidad.
 
Palabras clave: identidad sexual
 
Fecha de actualización: 30 de agosto de 2021

Un paralelismo para empezar: todos y todas somos personas, formamos parte de una categoría común, pero tenemos una forma única e irrepetible de serlo: nuestra personalidad.

Siguiendo con este ejemplo, cada persona tiene un sexo (somos hombre o mujer), pero tenemos distinta sexualidad. Sería impensable proponer una personalidad modelo, como ejemplo a seguir por el resto. Todo el mundo entiende que la variedad es inmensa, y además se deben respetar las peculiaridades. Para ello tenemos el valor de la tolerancia; y el de la empatía, que nos ayuda a ponernos en el lugar del otro diferente a mí. ¿Podríamos hablar de tolerancia y empatía sexual? Estamos hablando, ni más ni menos, que de la diversidad sexual.

A las personas jóvenes se les propone un modelo de ser sexual adecuado: este es el cuerpo correcto, esta la posición adecuada, estas son las conductas pertinentes, ... Este artículo está pensado para que antes de proponer nos dediquemos a entender (nos) cómo somos (y cómo no) en el ámbito sexual, aun cuando esto coincida con la expectativa social que se tenga de la sexualidad juvenil.

Una persona es madura cuando conoce su personalidad. En ella radican sus puntos fuertes y sus debilidades. Conocer mi forma de ser me ayuda a entender cuáles son mis entornos favorables, dónde se me da mejor o peor, dónde me tengo que proteger, etc. ¿Y si nos hiciéramos estas mismas preguntas sobre la sexualidad? Las respuestas nos darán resultados tan diversos como personas.

Hay un estándar de actividad sexual centrada en la genitalidad (pene y vagina), ¿coincide eso con mi deseo actual y con esta persona en concreto?, ¿es siempre mi conducta favorita, o en ocasiones mi disfrute requiere de otras pautas y contactos?, ¿de cuáles?. Os animamos a que os preguntéis, de forma individualizada, todas estas cuestiones.

Hay un objetivo marcado en toda relación sexual, al menos a nivel mediático: el orgasmo ¿Pero quiere decir que si el resultado final no es el orgasmo, no habrá merecido la pena? ¿Y el haberlo logrado, garantiza que el fin ha sido el adecuado? ¿Es lo mismo el placer que la satisfacción? El placer es un medio, para conseguir un fin... la satisfacción. A veces confundimos los medios con los fines.

Otra pregunta ¿Cuáles son mis criterios personales para considerar qué es satisfactorio y qué no lo es?, y para responder ¿Empleo criterios propios o estandarizados? ¿O los de mi pareja y sus expectativas?

La heterosexualidad es el modelo imperante, pero a lo mejor no todas las personas sienten atracción sexual hacía personas de otro sexo. ¿Consideramos en plano de igualdad a las personas cuyo deseo sexual no es mayoritario?. A nivel social se generan unas expectativas, aunque sea de forma implícita sobre lo habitual en sexualidad. Cuando las personas jóvenes perciben que sus emociones y sentimientos sexuales no coinciden, la sensación de rareza puede atrapar a la persona. ¿Facilitamos a las personas con orientación distinta a la heterosexual, percibir esta normalidad en su peculiar forma de ser sexual? Otra pregunta que dejamos...

Cuando se habla y se demanda educación sexual de forma más o menos directa se está hablando de coito, prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual, satisfacción... Estos centros de interés no siempre coinciden con los intereses actuales de la persona. Tal vez el objetivo no debiera ser (sólo) la prevención de esos problemas habituales, sino (sobre todo) facilitar las herramientas necesarias para que cada quien conozca su sexualidad. Que sepa reconocerla de forma armoniosa y busque, con ese bagaje de autoconocimiento, el encuentro con otras sexualidades también diferentes.

Hay jóvenes que tienen la suerte de coincidir con el modelo propuesto, pero esos otros que no coincidan, son tan normales y válidos como cualquiera. Así pues, concluimos con dos retos a nuestros/as jóvenes lectores: madurez sexual. Siguiendo de nuevo con el paralelismo entre personalidad y sexualidad, conocerse nos hace maduros/as, aun cuando los resultados de ese autoconocimiento no siempre coincidan con las cualidades de las personas que me rodean. Tenemos que darnos permiso para mirar qué sentimos, qué deseamos, qué nos agrada y qué nos genera rechazo. Hacernos estas preguntas sin temor a coincidir o discrepar con lo que se supone que debiera suceder. Sólo tú puedes responder a estas preguntas, y te aseguramos que tus respuestas son tan válidas como las del resto. Empatía y tolerancia sexual. Si consideramos que nuestra sexualidad es única, la de las demás personas a su vez, también lo será. Algo tan simple como entender que lo que a mi me gusta, no siempre es del agrado del otro; o lo que resultaba gratificante a una pareja del pasado, no tendrá porque parecérselo a una persona diferente. Y esto no es ninguna dificultad, sino la grandeza de la diversidad. Concepto con el que comenzamos este artículo.

El juego está servido, y el resultado es siempre diferente. Yo mismo/a, primero; y el otro/a después, son toda una aventura por descubrir. Tal vez este artículo genere más preguntas que respuestas, pero la sexualidad es un valor y sólo el conocimiento supera al miedo y nos lleva al disfrute.

Texto original de Santiago Frago y Silberio Sáez Asesoría Sexológica para Jóvenes del CIPAJ y de la Universidad de Zaragoza. CIPAJ. Centro de información y asesoramiento juvenil. Casa de los Morlanes. Plaza San Carlos, 4. 50001 Zaragoza. Tel. 976 721 818. cipaj@zaragoza.es

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