No es amor, es obsesión


A veces, las paradojas existen. Y una de ellas es estar insano por querer cuidar la salud. "Una vuelta de tortilla", en la que comer saludable se convierte en un auténtico problema con nuestra relación con la comida.

"En nombre de la salud, los hábitos saludables y buscando la estética a veces nos vamos a un extremo, que es totalmente obsesivo. Si yo no puedo salir con mis amigas a tomar algo o no puedo comer un donut, porque lo como y me siento culpable, eso no es salud"; aclara Lara Barahona, psicóloga sanitaria en AFDA (Asociación de Apoyo al Tratamiento de Ansiedad y Depresión en Aragón) y especialista en conducta alimentaria.Y es que esta experta lo tiene claro: "El objetivo es que se entienda la comida como amor y autocuidado. Que la entendamos como el enemigo es causar el problema". Es decir, es necesario conocer la razón de ese comer emocional para darle solución. Porque sí, las emociones están unidas al comer.

Comer emocional

"Comer no es un acto aséptico, despojado de emociones. Nos manejamos con la comida desde que nacemos y la asociamos a un montón de cosas", advierte la psicóloga. ¿O no es el helado un clásico ante el mal de amores? ¿O el chocolate, un aliado contra un mal examen? Sin olvidar tampoco ese voy a por algo rico, ante el puro aburrimiento. De ahí que comer por ansiedad sea un mecanismo más del cuerpo: "la ansiedad es la respuesta natural a una situación estresante o a un período de estrés".

Sin embargo, no es lo mismo comer emocional que ansiedad por la comida. Barahona lo compara con un tirachinas: "Imagínate que creo que un donut es malo. Y no puedo comerlo porque está mal y encima me voy a engordar, lo que es terrible. Pero me apetece. Vaya lucha, ¿no? Y, cuanto más tenso, muchas veces acabo en atracones". Atracones que pueden desarrollar un trastorno de conducta alimentaria, "una etiqueta súper rígida", que Barahona subraya que no es lo primordial: "Haya TCA o no haya TCA, si estás sufriendo con tu relación con la comida, ya está. Muchas chicas tenemos, hemos tenido o han tenido problemas en su relación con la comida sin que tengan por qué desembocar en un TCA; así que ya merece atención".

Pero no solo son emociones negativas. La comida también está asociada a momentos de alegría, de celebración, y más en una cultura como la española. "La comida es un reforzador natural. Está ahí disponible y es normal que nos alivie. Sirve para regularnos. Cada persona responderá a la emoción que ha aprendido a manejar con esa comida", declara.

Cultura de dieta

Los problemas con la comida se perciben, sobre todo, desde que se da el cambio: "Sobre todo chicas jóvenes, a partir de la adolescencia y de ahí en adelante". ¿El motivo? La especialista apunta a la "cultura de dieta" que vivimos, donde "está muy premiada determinada figura y ese comportamiento de buscar adelgazar, buscar comer menos".

Ante ello, muchas chicas han optado por comportamientos restrictivos, donde las reglas alimentarias se han vuelto esenciales para ellas y donde hay alimentos buenos y malos: "Estos últimos, más asociados puramente al placer, si ser tan nutritivos. El mismo uso del lenguaje condiciona muchísimo la experiencia. Si como algo que creo que es malo, van a surgir emociones de culpa, de vergüenza, de querer eliminarlo. A la vez, los humanos somos un bicho que cuantos más nos prohibimos algo, más queremos. Ahí es donde se genera la lucha".

La importancia de la salud mental

"Importante, no. ¡Importantísima!", sentencia Barahona. Cuidar la salud mental para aprender a gestionarlo: "Creo que lo importante es entender que comer emocional, lo hacemos todos a veces. Hay que desdemonizar esto. La comida está ahí, es placentera y sirve para aliviar. Pero no puede ser la única herramienta que tenga – ahí está el matiz importante-, porque voy a depender de ello".

Además, Barahona destaca lo esencial que es "ir desmontando las reglas". Dejar de etiquetar, de poner un valor moral a la comida. "La comida es comida y ya está. Hay que entender que cada cosa tiene un lugar. Si tuvieras que cuidar a un niño, no le darías de comer solo lo que le apetece. Pero tampoco le prohibirías todo, si quieres que tenga una buena relación con la comida. Es ese punto en el que para que haya libertad de elección, no hay que prohibir ni obligar. Y desde ahí puedo elegir".


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