La bioclimática se define como aquel tipo de arquitectura que, asegurando el confort para los ocupantes del edificio, minimiza el uso de energía auxiliar apoyándose en las características climáticas del lugar. Una vivienda bioclimática, es pues, una vivienda que permite gozar de unas condiciones confortables de humedad y temperatura en su interior con bajos consumos de calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria (ACS) .
En esencia, los criterios desarrollados por la "arquitectura natural" para cada microclima y contexto siguen siendo aún válidos y mejorados sensiblemente por la capacidad actual de cálculo/simulación térmica de los edificios y con la incorporación de nuevos materiales.
Una arquitectura bioclimática aprovecha los recursos disponibles del entorno natural (radiación y temperatura como factores dominantes, viento, humedad...), de modo que el diseño varía notablemente con el microclima existente y en función del emplazamiento de la vivienda dentro del conjunto.
Basta observar la figura 2 para, de un modo muy general, señalar que en Zaragoza una vivienda bioclimática será compacta, tratará de mostrar su fachada principal al sur con acristalamientos superiores al 40% de la fachada y sistemas eficaces de sombreamiento. Las fachadas E y O contarán con protección solar para sus huecos (por ejemplo persianas de lamas verticales) y la fachada N superará los niveles normativos de aislamiento con mínimas aberturas. Es así mismo importante favorecer la refrigeración nocturna mediante ventilación cruzada entre las fachadas principales y garantizar la acumulación del aporte solar para apoyar los consumos auxiliares de energía.
En el sector de la edificación, es evidente la relación causa-efecto existente entre la arquitectura y el impacto medioambiental soportado por el ecosistema. La edificación consume mucha energía en Europa (más del 40% de la energía total), y por lo tanto una parte muy importante de los Gases de Efecto Invernadero que se emiten son provocados por la edificación.
Así pues, el objetivo que debemos plantearnos es reducir drásticamente el consumo energético - y por tanto las emisiones de gases de efecto invernadero - en las ciudades debido a la edificación. Desde el punto de vista técnico sólo hay tres caminos: