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Antecedentes

El área que ocupa el solar del antiguo convento de San Agustín, y en general el entorno de la zona, conserva de forma secuencial vestigios y restos de todas las culturas, etapas e incluso vicisitudes históricas que se han sucedido en Zaragoza.

La herencia histórica del conjunto de San Agustín, sobre el que se ubica el Centro de Historia de Zaragoza, es extremadamente rica, variada y significativa para la ciudad. En las diversas campañas arqueológicas que se han realizado en dicho solar o adyacentes se han encontrado testimonios de la presencia de la cultura ibérica, romana -con un asentamiento doméstico extramuros-, musulmana -con una necrópolis- y los asentamientos conventuales cristianos, en un primer lugar el efímero cenobio franciscano (1219-1286 ó 1313) y el asentamiento definitivo de los agustinos, hasta su posterior desamortización y reconversión en cuartel de Intendencia Militar, a mediados del siglo XIX

La zona, estratégicamente situada entre los límites de las murallas de la ciudad por su parte este y el río de la Huerva, siempre ha sido considerada como un área de expansión urbana, en las que alternaron los espacios de cultivo, como huertas y eras, con las instalaciones industriales y protoindustriales: molinos, tenerías, almazaras?

Restos anteriores a la fundación del convento

Pese a las alteraciones en los niveles estratigráficos, resultado de las diversas reutilizaciones a las que fue sometido el espacio, se ha podido constatar, por medio de la arqueología, la existencia de una villa romana, con materiales del siglo I d.C, con restos de pavimentos, así como la presencia de un aljibe o depósito. Fuera de su contexto, debido a las remociones del terreno aparecieron monedas, fragmentos cerámicos e incluso los restos de una escultura: un torso femenino en mármol blanco. Este hábitat fue abandonado a finales de la Edad Antigua, y en periodo musulmán fue ocupado por el que debíó ser principal cementerio de la ciudad, la Bal-al-Quibla, que se extendería desde la Magdalena hasta san Agustín, y que es citado por las fuentes históricas. En el recinto del convento se localizaron hasta 31 tumbas, siguiendo el ritual tracicional, que completan otros hallazgos similares en el entorno.

Primeras fundaciones y consolidación

En el barrio de San Agustín, en época medieval, se construye una muralla de tapial que recoge el perímetro de las ampliaciones de la ciudad tras la época romana, de la que se conservan restos de sus lienzos y torreones entre las calles Alonso V y Arcadas, junto a los restos del convento. Este espacio entre ambas murallas (medieval y romana) era, en torno al siglo XIII, un espacio escasamente poblado, y el hecho de haber sido un cementerio musulmán hacían de él, en palabras de Andrés Álvarez un espacio poco atractivo para los habitantes de la ciudad. La existencia de estos vacíos coincide con la voluntad de los monarcas de impulsar el poblamiento, y a su vez con la pretensión de las nuevas órdenes religiosas mendicantes de establecerse en las ciudades. De esta manera los franciscanos, en un primer lugar, y los agustinos en un segundo momento, ocupan dicho espacio, ajustando el espacio del convento al perímetro de la muralla medieval, saliendo de éste en la ocupación de huertas y campos de cultivo.

Este proceso de asentamiento y desarrollo, similar en algunos aspectos al reproducido en otros lugares -como el barrio de San Pablo- aporta a la ciudad un característico cinturón urbano de instituciones religiosas, con sus iglesias y recintos anexos.

Es motivo de discusión las causas del abandono del recinto por los monjes franciscanos, sean cuales fuera, la realidad es que a principios del siglo XIV, el convento está ocupado por una comunidad agustina, que iniciará un programa de construcciones más solididas que las de sus ancecesores franciscanos. Entre ellas destaca el claustro denominado viejo, gótico en su estilo, fechado entre 1286 y 1383, de planta cuadrada, y que constituirá el nucleo del convento, hasta que en la segunda mitad del siglo XVI se levante uno nuevo, mayor, en estilo mudejar, y que convivirá con el viejo hasta la desamortización del XIX.

imagen

Periodo de expansión: del siglo XVI al XVIII

Convento

La imagen del convento en el siglo XVI la aporta el dibujo de Antonio de las Viñas (Anthonius van den Wyngaerde) Vista de Zaragoza de 1563, en el que se aprecia claramente la torre mudejar de la iglesia, con su chapitel, y la nave de la misma, con su ábside y contrafuertes, con una salida hacia la Huerva y sus huertas. No se aprecia el claustro nuevo, que sí dibuja Pier María Baldi en su vista de 1668. El último tercio del siglo XVI constituirá un periodo de expansión, que se reflejará en nuevos edificios, elementos de ornato para las mismos y un cumplido ajuar doméstico, como demuestran los elementos cerámicos, sacados a la luz por los arqueólogos. El siglo XVII seguirá la tendencia de expansión y en cierto modo lujo, de que gozará el convento, con nuevas construcciones y en especial un nuevo lugar de enterramiento: el carnerario. Justo a principios del siglo XVIII se inicia una nueva reforma, que precisamente incidirá en la formación urbanística del barrio: la ampliación del atrio de la iglesia y su fachada -que se conserva en la actualidad- en estilo barroco. Esta fachada, junto a la del convento propiamente dicho y un cerramiento lateral dieron lugar a una plaza en forma de U, que caracteriza al barrio y su entorno.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII se inicia una etapa de cierta languidez, a la que no será ajena la crítica ilustrada y su influencia sobre la vida de las órdenes religiosas. La fase culmina con dos durísimos golpes para la institución: la ruina física del conjunto monacal resultado de los sitios de la ciudad en 1808 y 1809, y la desamortización, que incorpora el solar, sus edificios y propiedades, a los bienes nacionales.

Decadencia y fin: los Sitios y la transformación en cuartel

Los avatares del convento durante los asedios de Zaragoza son bien conocidos, pues conformaba la línea defensiva de la ciudad por la parte este, y en ella se situaron baterías y baluartes, objeto de encarnizados combates, que incluyeron furiosos bombardeos y voladuras con minas, arruinando los edificios del convento. Precisamente fue en este lugar donde se abrió una de las brechas por la que las tropas francesas se introdujeron en la ciudad, forzando su rendición. La épica histórica ya ha dado cumplida cuenta del suceso, que quedó reflejada en obras artísticas de sobra conocidas, tanto en el campo de la literatura como en el de la pintura.

Ciertamente el convento ya no se repuso con posterioridad, y aunque los monjes volvieron a él -ocupando el área norte del mismo, posiblemente al antiguo refectorio, uno de cuyos muros todavía se conserva, con restos de pintura mural- fue definitivamente abandonado por la comunidad agustina en la desamortización, pasando en 1848 a la administración militar, si bien el Ayuntamiento lo reclamó, sin resultado.

jardines

 

A finales del siglo XIX el ministerio de la Guerra llevó a cabo importantes reformas, que distorsionaron aún más las primitivas trazas. Se transformó en Parque de Intendencia de Suministros, incorporando almacenes de víveres y uniformes, así como talleres mecánicos de reparación y unos hornos de pan.

En 1978, y como consecuencia de la denominada Operación Cuarteles, el recinto pasa a manos municipales, sucediéndose diversos proyectos, que han desembocado en el Centro de Historia de Zaragoza.

Más información en Visión histórica del Convento de San Agustín de Zaragoza y del Barrio de su nombre. Andrés Álvarez Gracia. Zaragoza, Institución ?Fernando el Católico?, 1996.


El proyecto

El "Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Antiguo Convento de San Agustín" aprobado por el Ayuntamiento de Zaragoza el día 27 de mayo de 1999, confería un papel fundamental a la implantación de un nuevo equipamiento público que integrara los restos arquitectónicos monumentales y los espacios libres tanto interiores como exteriores, con objeto de revitalizar ese sector urbano. Se trataba de actuar básicamente en el recinto del antiguo convento --y parcialmente cuartel-- de San Agustín, ubicado en un área cuyos límites corresponden a la plaza del mismo nombre y la calle de Asalto, en el antiguo borde entre la ciudad y la vega de la cercana Huerva. Al mismo tiempo, las peculiaridades topográficas del terreno quedan puestas de manifiesto por la fuerte diferencia altimétrica existente (2,42 metros).

Se rehabilita así, en este momento, el bloque lineal noroccidental y el denominado Pabellón de Ingreso, permaneciendo pendiente de posterior solución urbanística el polígono septentrional.

En definitiva, tanto la historia --incluidos los restos arqueológicos--, como las características topológicas del lugar fundan la génesis del conjunto e inspiran el diseño del propio edificio, cuyo resultado ha sido el Centro de Historia de Zaragoza.

AUTORES:

  • Arquitecto Director del Proyecto: José Mª Ruiz de Temiño Bueno
  • Ingeniero: Guillermo Chóliz Alcrudo
  • Arquitecto: Penélope Tena Pérez
  • Arquitecto Técnico: Diego Marugán Saura
  • Delineante: María Teresa Serrano Peris
  • Iconografía de muros y suelos: Santiago Arranz

Restauración

En congruencia con las determinaciones del Plan Especial, el Proyecto recoge la restauración de las distintas arquitecturas monumentales o de interés histórico-artístico del lugar.

La fachada de la iglesia

La piedra caracoleña de Fuendetodos de las cornisas y, en particular, el gran zócalo, se encontraban en mal estado. Los elementos de piedra negra habían corrido mejor fortuna; tanto el arco del vano de acceso, como el gran ventanal del Coro y el bello relieve escultórico que recoge la simbología agustiniana (*), se encontraban en un estado más que aceptable. Sin embargo, las formas escultóricas de los otros huecos, laterales al ventanal, se encontraban en mucho peor estado.

Los militares habían aprovechado los muros de la fábrica de la iglesia para su construcción cuartelaría, pero introduciendo varias plantas en su interior. En esta operación se abrieron nuevos huecos, afectándose sensiblemente a la estructura de la fachada. Afortunadamente no se alteró, no obstante, ni su composición ni los elementos artísticos.

La restauración propiamente dicha de la fachada monumental atendió a una intervención convencional cajeando y restituyendo los sillares más dañados, pero respetando las incisiones de metralla consecuencia de los combates de los Sitios.

En cuanto a las puertas de acceso, se diseñan para el exterior dos grandes hojas correderas con revestimiento de mosaico de maderas con arreglo a una composición igual a la del Pabellón de Ingreso -que han contado con la aprobación de la Comisión Provincial del Patrimonio-, de forma que el conjunto queda armónicamente tratado.

Por último, se consideró conveniente no reconstruir el posible frontón, tanto por carecer de referencias históricas suficientes, enmarcando simplemente la fachada con un ligero vuelo de la cubierta.

La torre

La torre barroca se compone de tres cuerpos básicos, de los cuales, los dos primeros se corresponden con los de la fachada de la iglesia. El constructor original tuvo cuidado en destacar sutilmente el plano de la misma. Tiene planta cuadrada y sólo el último cuerpo, el que sobresale por encima del volumen de la iglesia, presenta fachadas iguales entre sí a sus cuatro caras.

Las acciones de reparación en la misma han sido limitadas, dado que el estado de su estructura era, en general, bueno; salvo el correspondiente al último cuerpo, que por carecer de chapitel y de cubierta se encontraba especialmente deteriorado. Al campanario se accede ahora mediante una escalera metálica de caracol, de planta cuadrada, que permite observar desde los ventanales el paisaje urbano del entorno.

Para completar la acción de restauración era preciso, según dictamen de la Comisión Provincial de Patrimonio Cultural, añadir un chapitel de cobre proporcionado al tamaño del último cuerpo de la torre, para cuyo diseño no existían referencias constatables.

La Cripta

Construida también en la etapa barroca del convento, hundida la bóveda ha permanecido su interior relleno de escombros hasta nuestros días, en los que la excavación arqueológica la ha puesto de manifiesto. Se trata de un espacio, simple y severo, de paredes lisas. El estado de lo que quedaba en pie era muy precario, casi ruinoso, y por tanto, se ha tratado de una auténtica reconstrucción.

La divisoria con Santa Mónica

En el límite suroriental del solar se encuentra el convento de Santa Mónica, y corresponde a la medianería un muro de cierto tamaño realizado en aparejo toledano hasta algo más de su mitad y el resto de tapial, encontrándose la parte más retirada de la calle Asalto parcialmente enyesado y pintado por haber sido límite de los edificios cuartelarios adosados a esa pared medianera.

El Proyecto quiso revalorizar ese muro, visible francamente tanto desde el exterior como desde el interior del Centro de Historia de Zaragoza


Programa constructivo

Consideraciones

El otrora perímetro de defensa de la ciudad que se apoyaba sobre las edificaciones conventuales discurría a lo largo de la actual Calle Asalto. Convertidos los restos de las edificaciones militares junto con las construcciones adyacentes, en un largo muro de cerramiento del solar, constituían, en la actualidad, una importante barrera urbanística entre el Barrio de San Agustín y el sector del Parque de Bruil.

El Proyecto pretendía abrir una nueva brecha, precisamente en la calle que rememora el asalto de las tropas napoleónicas, potencial pasaje de comunicación a través de aquella línea. En consecuencia, sus arquitecturas se debían orientar a articular nuevas conexiones entre los sectores colocados a uno y otro lado de esa línea de frontera, actuando así el recinto exconventual como una rótula, cuyo eje lo asumía el emplazamiento de los antiguos claustros que recuperaban así su viejo papel de espacios públicos de relación.

A partir de la posición axial de la torre, se construye así una entidad (masa principal del Centro de Historia) que corresponde a la antigua iglesia de San Agustín, apoyada sobre la antigua cripta, que refuerza así su vocación absidal. Este volumen se asienta en el espacio-frontera con Santa Mónica, y se proyecta otro volumen a su izquierda, de manera perpendicular al primero.

El borde urbano de la vía pública queda así fuertemente renovado y, al mismo tiempo, el prisma de la iglesia de Santa Mónica, recupera su tradicional papel en el cierre visual de esa fachada urbana.

El acceso a ese recinto interior, sugerido por la macla de esas estructuras, se produce a través de un voladizo --o gran marquesina--, con un efecto de tensión que enfatiza el ingreso en los antiguos claustros. Esta pieza incorpora, al mismo tiempo, escaleras y rampa que salvan el desnivel topográfico desde la calle Asalto.

Espacios exteriores

El Proyecto interviene en cuatro sectores exteriores: La plaza de San Agustín, la calle de Asalto y los dos claustros. Es muy distinta la ideología de intervención en cada uno de éstos, del mismo modo que son dispares las circunstancias históricas y morfológicas de cada uno de ellos.

La plaza de San Agustín es un espacio histórico poco alterado y por tanto sólo ha sido preciso actuar en la restauración de la fachada y la torre de la iglesia. Se ha aprovechado la ocasión para completar la pavimentación de piedra natural sobre la superficie de la plaza. Por el contrario, la intervención ha sido destacable en la reconfiguración de los claustros mediante un ejercicio basado fundamentalmente en la interpretación espacial e histórica desde un vocabulario contemporáneo de máxima discreción.

La planta del Claustro Mayor pretende funcionar como elemento vertebrador de los recorridos externos y como espacio abierto que realza la escala del lugar, a la vez que se constituye en plaza recoleta desde la que observar las arquitecturas, antiguas y nuevas, que lo rodean. Tres coníferas de distinto porte, agrupadas, y el césped repartido en cuadrados conforman el soporte vivo dentro del territorio de este Claustro. Una obra del escultor italiano Arnaldo Pomodoro ha quedado instalada en la perspectiva más alejada de la entrada.

El Claustro Antiguo ha sido entendido como un espacio complementario del anterior, abierto y plenamente comunicado con éste. Se ha tratado de enfatizar su presencia buscando una funcionalidad con un estanque muy plano de planta ochavada y cuadrada, fuente que parte del pozo central y pretende generar evocaciones conventuales relacionadas con el rumor del agua.


Iconografía

La obra de Santiago Arranz en el Edificio del Centro de Historia de Zaragoza

imagenes del edificio

En 1998 Santiago Arranz es invitado por los Servicios Municipales de Arquitectura del Ayuntamiento de Zaragoza a colaborar artísticamente en el Proyecto San Agustín: en un primer momento en la Biblioteca Maria Moliner (98-00) y posteriormente en el Centro de Historia de Zaragoza (00-03), pues para el arquitecto encargado del proyecto, José María Ruiz de Temiñ, la coherencia en el lenguaje entre los dos espacios era fundamental ya que se pretendía lograr una perfecta unidad Arte-Arquite_tura en todo el conjunto.
Con Ruiz de Temiñ, Arranz ya había colaborado en proyectos anteriores como la Pintura Mural, o el diseñ de las ventanas interiores y las puertas de acceso principal de la Casa de Los Morlanes en 1995.

imagenes del edificio

Según Arranz su inicial fuente de inspiración para crear la obra del Centro de Historia fue el estudio de Andrés álvarez, "Visión histórica del Convento de San Agustín de Zaragoza" en el que se narra como durante casi ocho siglos diversos estilos arquitectónicos y manifestaciones culturales germinaron en ese enclave, y nos legaron su testimonio: pavimentos y restos de estucos de época romana, necrópolis musulmana, convento franciscano, muralla medieval, convento agustino (claustro gótico y claustro renacentista), cementerio de frailes y pinturas barrocas, hasta que finalmente quedó arrasado durante el asalto de las tropas napoleónicas en 1809. Tras la desamortización de Mendizábal en el lugar se levantó un cuartel que a partir de 1978 pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Zaragoza.
Además, la reconocida mentalidad creadora de la orden se había plasmado en múltiples motivos y elementos: molduras de yeso, ladrillos aplantillados, pinturas murales rococó, cerámica y vajilla de Muel con el anagrama agustino, refinados trabajos de aljecería, y, a partir del siglo XVIII, azulejos y cerámica italianos en suelos y paredes, esgrafiados blancos sobre fondos rojos en la cripta, etcétera.

imagenes del edificio

La idea era contar la historia a través de la evolución de ciertos símbolos estéticos, no como lo haría un historiador sino desde el punto de vista de un artista, y para ello recurre Arranz a la creación de un "vocabulario" de 64 formas que se inspiran en las diferentes culturas que han habitado o influido en nuestro entorno:

imagenes del edificio

Se trataba de hacer convivir todas estas referencias y motivos históricos en un único relato visual alejado de cualquier intención narrativa lineal; dejando que la interrelación y la polivalencia de sus símbolos dieran sentido y valor estético al conjunto, pudiendo ser entendidos en varios sentidos en cuanto que forman parte de la totalidad de tejido de esos muros, o aparezcen fragmentados.
El conjunto del proyecto de San Agustín está pues animado por la ambición de explicar el concepto de tiempo histórico, en tres planteamientos diferentes y, a su vez, complementarios. Así hay un tiempo fragmentado en los relieves que perdemos de vista de una planta a otra de la Biblioteca. Sin salir de esta, hay un tiempo circular en los óculos o planetas de la última planta, debajo de los cuales nos refugiamos, y, por último, hay un tiempo lineal que encadena acontecimientos como formas, en un discurso infinito que se desarrolla principalmente en el Centro de Historia.

La parte posterior de la portada tardobarroca del Centro de Historia repite los planteamientos formales de la Biblioteca, pero sin interrupciones. No hay plantas que segmenten el espacio, sino un vacío luminoso que facilita la lectura global del conjunto de elementos plásticos: un suelo teselado por donde ahora deambula la sombra de un monje franciscano, formas de las diversas culturas encadenadas y encofradas desde el suelo hasta los óculos en el muro de hormigón gris, tres celosías "en lo alto del cielo"; y cuatro ventanas: el vaso íbero, el templo romano, la estrella mudéjar y la cruz cristiana, dispuestas a modo de columna historiada. Desde el exterior estas ventanas son prácticamente imperceptibles de día por coincidir en su cromatismo el alabastro que sirve de cierre con la piedra de la fachada, pero con la iluminación interior nocturna quedan realzadas.
En cuanto al concepto, si el proceso expansivo del convento de San Agustín había consistido en una yuxtaposición de construcciones a lo largo del tiempo, se recurre a una yuxtaposición de formas a lo largo del espacio, pero ofreciendo una visión no de fragmentación sino de continuidad utilizando una caligrafía elocuente de líneas grabadas en la "piel" de hormigón.

En el encofrado de los monumentales muros de más de 40 metros lineales de cada una de las tres plantas del edificio, se utilizan figuras a diferentes escalas y dos anchos de línea de 20 ó 10 centímetros. Así mismo la utilización de materiales que absorben en mayor o menor grado la humedad durante el fraguado del hormigón les confiere una ilusión perspectiva y una gran plasticidad.

El Centro de Historias en la actualidad

Actualmente el Centro de Historias ha pretendido por igual reflejar el presente más actual como revisar los procesos de evolución histórico y social de cualquier época, incorporando los temas de interés del ciudadano actual, atendiendo sus expectativas y motivaciones.

El Centro ofrece al ciudadano de Zaragoza actividades propias de la Cultura Contemporánea a través de muestras temporales que definen los objetivos y funciones del Centro. Planteamientos coherentes de las exposiciones y actividades complementarias y didácticas, se vinculan a la imagen del Centro y marcan las líneas de actuación; también contamos con exposiciones de carácter más histórico pero tendentes a responder intereses del presente.

Nuestras exposiciones están planteadas como nuevo patrimonio, como un nuevo canal informativo y un vehículo de mensaje visual, fomentando la participación activa con actividades complementarias y llevando el mensaje expositivo más allá de los planteamientos iniciales, multiplicando así los códigos de comunicación y nuevas tecnologías aplicadas a la práctica expositiva además de que intervenimos directamente en el proceso de producción de las mismas.

El centro, además de tres espacios expositivos propiamente dichos (primer planta, Espacio Cripta y Espacio Tránsito), cuenta con 3 aulas-taller, un salón de actos con capacidad para 183 personas, un espacio de información cultural con acceso gratuito a Internet, una cafetería-restaurante y un Laboratorio de Audiovisuales con diversas salas de grabación para grupos instrumentales, plató de rodaje para video, producción de trabajos audiovisuales y actividades docentes y cuyo objetivo es poner al alcance de jóvenes creadores el entorno de trabajo apropiado para el desarrollo de sus proyectos.

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