Ayuntamiento de Zaragoza

Juventud / CIPAJ

La sexualidad normal y el Unicornio Azul.

Con términos prestados de nuestro amigo Silvio, iniciamos la andadura de nuestro artículo.

El Unicornio Azul, El Dorado, la Piedra Filosofal y la Sexualidad normal. Un ramillete de búsquedas abocadas al fracaso.

¿Qué es normal? Esta es la gran pregunta. Pero más que la pregunta reparemos en la intención. Seguramente la necesidad de situarse dentro de una tónica general, de ser, en el buen sentido de la palabra, como los otros, para estar en consonancia y en caso de encuentro, ser aceptado y percibido con complacencia.

Lástima que lo más normal, sea no ser normal. Lo cuál es a todas luces... una paradoja, que supone para algunos un divertimento... y para otros una desazón constante.

El sexo y la sexualidad, nos ponen en la misma disyuntiva que la persona y la personalidad. Sobre un sustrato básico de persona, se construyen personalidades diferentes e irrepetibles. Lo mismo sucede con el sexo. Sobre un sustrato básico de sexo (hombre y mujer) se construyen diferentes sexualidades. Seguro que con puntos en común entre unas personas y otras; pero seguro que también, con peculiaridades y puestas en escena, seguramente irrepetibles.

De todos modos, afrontemos con la máxima normalidad posible, la normal anormalidad de la sexualidad:

  • Normalidad estadística. La distribución normal es esa curva inconfundible que tantos sinsabores académicos les ha traído a algunos. Las conductas habituales, estarían en el centro, las peculiares en los extremos. Con estos referentes los besos y los coitos, seguramente formarían parte de las conductas normales y los masajes en los pies de las anormales (claro que con estos parámetros, los castaños serían la gente normal y los pelirrojos los anormales)... siguiendo, siguiendo... los heterosexuales serían los normales y los homosexuales los anormales. Cuestión cuantitativa, en definitiva.
  • Normalidad moral. En base a unas creencias religiosas, se consideran unas conductas como permitidas y otras prohibidas; o esas conductas están permitidas en un contexto (matrimonio, por ejemplo) y prohibidas fuera de él. O las conductas permitidas sólo tienen validez moral en la medida que se encaminan al amor y la reproducción. Salir de esos contextos o destinos, nos pondrían en el epígrafe de pecado.
  • Normalidad sanitaria. Con el interés de primar la salud, se consideran adecuadas unas conductas saludables; e inadecuadas otras más arriesgadas para la salud del individuo. Ahora ya no hablaríamos de cuestiones estadísticas o pecaminosas, sino de conductas saludables o conductas de riesgo.

No cabe duda que cada uno de estos enfoques tiene su sentido, aunque esté fundamentado en razones bien distintas. En ocasiones coinciden a la hora de valorar algo como normal y en otras discrepan significativamente. Un masaje en los pies es adecuado desde la salud, anormal desde la estadística y lujurioso si se lo hacemos a la novia del vecino. Un coito sin condón sería arriesgado desde el punto de vista sanitario, normal desde el punto de vista estadístico y altamente virtuoso dentro de los márgenes matrimoniales.

En el ámbito juvenil, hace tiempo que circula otro concepto de normalidad, que nosotros vamos a denominar:

  • Normalidad mediática. Es la sexualidad que de forma más o menos explícita nos proponen los medios de comunicación. En ocasiones con programas específicamente dirigidos a informar. Esta sexualidad que se nos propone es igualitaria para hombres y mujeres; altamente placentera para sus participantes; condimentada por el orgasmo como ingrediente imprescindible; con aspavientos y gritos que evidencien el placer; sistemáticamente segura de cara a las ETS y embarazos; intensa en sus puestas en escena a la par que romántica y respetuosa; fluida y natural, donde los amantes saben lo que tienen y cuando lo tienen que hacer; bla, bla, bla...

Al final, volvemos a las reflexiones del principio (¿Esto es un bucle... no?). Diferentes modelos para sentirse en consonancia y sobre todo seguros y a salvo.

Nosotros no criticamos estas propuestas normativas. Consideramos que proponen pautas que facilitan la convivencia. Sin embargo, más allá de esta finalidad social; la sexualidad como tal, no siempre pasa por lo racional.

Tenemos deseos, emociones, inclinaciones... que no siempre decidimos; y que no por ello dejamos de percibir. Este torrente, es consustancial al ser humano. Asumirlo puede ser un punto de partida. No tanto con el apresurado objetivo de domarlo o extinguirlo (soy un pervertido, no debería pensar o hacer esto...), sino con el de entenderlo, al menos en principio.

Decimos a los jóvenes qué les debe gustar, qué deben hacer, en qué forma... y en qué no; para entrar dentro de los cánones correctos o deseables (sean estos del talante que sean).

Y nosotros ¡qué decimos!

Qué claramente hay situaciones anormales o patológicas; pero son minoría frente al resto de expresiones sexuales. Una cierta obsesión, exclusividad, invasión, etc... nos pondrían tras la pista de lo inadecuado. Pero hay otro camino que cada uno debe recorrer, y que nosotros (¡ojala pudiésemos!) no podemos caminar por nadie.

Se supone interesante conocerse en el plano personal. Conocer tú personalidad. Si soy tímido me esfuerzo por relacionarme; esa timidez no es una limitación, es un rasgo de mi personalidad. Si soy empático, aprovecho ese valor y ayudo a la gente a la que aprecio... En resumen, mi personalidad tiene aspectos ambivalentes, que forjan mi estructura.

¿Hacemos esas mismas reflexiones en el plano sexual? ¿O el mero hecho de plantearlo ya es una anormalidad? De acuerdo que escucho qué es lo normal, qué se considera adecuado y qué no... pero ¿Qué me gusta y me disgusta de mi personalidad sexual? ¿Qué me enciende y qué me apaga? ¿Qué me gusta y que me disgusta? ¿Qué deseo y qué no? Hacerse estas preguntas, no siempre es fácil. A lo mejor resulta que soy tímido y eso no está bien visto. Pero ¿es mejor saberlo para proponerme mejorar mis relaciones sociales? O ¿vivo martirizándome por tener semejante deficiencia, cuando se supone que debería ser una persona abierta y extrovertida, como se supone que es la gente guay? Lo mejor es que sepa que soy tímido, para manejarlo y reconvertirlo en valor.

Sentimos profundamente no haber contestado a la pregunta ¿Qué es la sexualidad normal?. Pero te anímanos primero a preguntarte por cómo es la tuya. ¡Buen viaje! Nuestra asesoría estará en tu ruta, para avituallarte, si lo precisas.

Santiago Frago y Silberio Sáez
Asesores Sexológicos del Ayuntamiento (CIPAJ) y de la Universidad de Zaragoza.

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