Legados de Mujeres Aragonesas de los siglos XIX y XX

ESCRITORAS E INTELECTUALES, ARTÍFICES DE LA PALABRA

Creadoras, Poetas, Novelistas, Narradoras, Guionistas, Ensayistas, Dramaturgas, Periodistas, Cronistas, Editoras, Divulgadoras, Comunicadoras Filólogas, Lexicógrafas, Bibliotecarias, Archiveras, Traductoras, Documentalistas, Historiadoras
Si alguna muger se dedica al estudio, es preciso que lo haga por la ventaja y conveniencia que le resulta a ella misma, pues sabe que no puede aspirar a ninguna recompensa. Mucha magnanimidad de espíritu se requiere para emprender y seguir la penosa carrera de las letras, por sola la complacencia de ilustrar el entendimiento. Sin embargo, vemos que algunas mugeres tienen este heroísmo y como si no se conociera aún todo el mérito, que consiguen las pocas que esto hacen, se reconviene y se reprende el sexo en general por su ignorancia; como si esto fuera defecto suyo y no más presto defecto de la educación y circunstancia en que se halla.
‘Discurso en defensa del talento de las mugeres, y de su aptitud para el gobierno, y otros cargos en que se emplean los hombres.’ 1786
(Compuesto por Doña Josepha Amar y Borbón, Socia de mérito de la Real Sociedad Aragonesa de los Amigos del País)
'... y camino, orgullosa, mi propio destino'.
(Wällada, poeta. Siglo XI)

La palabra es creación, la expresión racional por antonomasia del ejercicio intelectual; es el instrumento que transmite al mundo exterior nuestros pensamientos y emociones sentidos y experimentados en el interior. La expresión verbal es racionalidad, el uso de la capacidad intelectual. La escritura y la literatura forman el ámbito para la expresión del propio pensamiento y de la pasión que es fuerza incontenible para manifestarlo. El uso de la palabra ha sido a lo largo de la historia el arma más poderosa que ha utilizado la mujer para dejar constancia de su presencia rebelándose a permanecer en los espacios secundarios, culturalmente asignados a ella. Tradicionalmente el ejercicio de la palabra y por ende, el ejercicio de la intelectualidad, ha sido una de las cualidades menos esperadas en una mujer porque supone pasar a la acción, y la acción ha estado siempre identificada con lo masculino.

La palabra se apoya en el Logos, el ejercicio de la mente, relacionado culturalmente con lo masculino, mientras es en el Eros, el mundo interno y sombrío de la conexión con lo natural, lo que se ha significado como el espacio natural en donde se desenvuelve lo femenino. La palabra o “logos” es el principio de organización de la vivencia interior que sale al exterior, es decir, la que traduce lo que ocurre en lo oscuro y lo lleva a la luz; es el principio de organización del pensamiento, lo intangible. Palabra es ordenación del caos, es la que estructura: nombra, clasifica, da forma a la realidad. Es el instrumento que nos permite el autoconocimiento y el crecimiento intelectual, y nos ayuda a establecer nuestra propia identidad con respecto a los acontecimientos del mundo que nos rodea. En relación a la mujer, la palabra por fin supone la gran transgresión del límite, porque es la asunción de lo masculino por parte de lo femenino: la mujer que escribe desarrolla su ánimus, el lado masculino (definido por G.Jung), que supone estructurar la mente para que la idea se exprese a través de la palabra, pero en el caso de una mujer, esto se realiza sin perder el contacto con su propia ánima o lado femenino, completándose como ser. Esa acción, que mujeres a lo largo de la historia han necesitado desarrollar siguiendo su impulso interior y enfrentándose a las limitaciones educacionales y emocionales, simboliza la decisión de realización de la propia naturaleza (atendiendo a la sabiduría innata o instinto) a través de la potenciación de la mente combinando ambos aspectos del sí mismo: es la mujer que sale al exterior y adquiere presencia propia, diferenciada e indiscutible, relacionada arquetípicamente con La Amazona, la mujer libre que vive su naturaleza desde la consciencia y por propia decisión. Su arma es la palabra que expresa idea y emoción.

No ha sido fácil la vida a lo largo de la historia de mujeres con arquetipo de Amazona, mujeres que han transgredido la norma siendo fieles a sí mismas y haciéndose escuchar en un mundo que les negaba la capacidad y el derecho de hablar: La amazona es la que decide tomar la palabra, la que afronta el riesgo de la expresión. Porque el destino de ser fiel a sí misma es superior a cualquier norma que impone una imagen peyorativa o disminuida de la mujer, y a la vez supone una ruptura con lo convencional y en muchos de los casos, una postura por delante de las cosas, una aptitud precursora del movimiento social, del pensamiento o de la evolución de la condición humana, que por otra parte no puede ser de otra manera, y es vivido con la fuerza de lo inexorable que no puede ser cambiado. Lo que sí necesitarían cambiar las mujeres para el uso de la palabra es el entorno, provocando el desarrollo de la sociedad al abrirse a sus demandas. La adquisición de conocimientos, referencias e instrucción académica ha constituido desde hace siglos la gran reivindicación femenina, como la principal vía para lograr su verdadera emancipación. La cultura es el paso adelante que en posesión de algunas mujeres marca los cambios de época necesarios para el desarrollo del mundo. Hasta 1877 no se permitió en España que las mujeres accedieran a estudios universitarios, y durante muchas décadas son muy minoritarias las que deciden estudiar, porque la sociedad española no lo entiende como necesidad y porque eso conllevaba un rechazo social y familiar a veces difícil de soportar. Los derechos de la mujer española no comienzan a ser visibles hasta bien entrado el siglo XX. A partir de la década de 1920 empezó a crearse en España un pensamiento feminista en torno a objetivos comunes a todas las mujeres sin distinción de clases, como una reforma de la educación escolar femenina, facilidades laborales y equiparación de salarios, derogación de leyes consideradas discriminatorias y, sobre todo el derecho al voto femenino. La presencia en el mundo de la literatura escrita viene condicionada por la adquisición de una cultura previa, lo que no es común en estratos sociales más bajos y menos aún entre mujeres pertenecientes a ellos.

Con el fin de la monarquía de Alfonso XIII y el advenimiento de la República en 1931 se concedió el voto femenino y fue ejercido por primera vez por las mujeres en las elecciones de noviembre de 1933, las primeras democráticas —con sufragio universal— de España. La modernización del Estado, el desarrollo de la democracia política, la aparición de la enseñanza pública y la creciente conciencia social y política de las mujeres desde principios de siglo habían posibilitado muchos avances que la República iba a consolidar.

Muchas mujeres expresaron su rechazo a la estructura tradicional que las sometía a la ignorancia y a la reclusión social mediante el cultivo intelectual, dedicándose a las artes y las letras y sobre todo, reclamando su derecho a estudiar. Además de poder expresar su pasión por el conocimiento y su deseo de emancipación con un trabajo propio remunerado gracias a la formación, por primera vez las mujeres tenían acceso a puestos políticos y administrativos de importancia. Pero tras el estallido de la guerra civil de 1936 y la división de España en dos zonas las convulsiones que habría de sufrir el colectivo femenino determinaron dos maneras de entender su situación social. La victoria de una manera de pensar sobre otra determinó un radical parón en los avances experimentados durante los siglos XIX y XX. No podría detenerse sin embargo la conciencia adquirida sobre la necesidad de formación como algo imprescindible para las mujeres. La dedicación femenina a la creación literaria, la expresión periodística y el estudio de las palabras y la historia, es un ámbito de doble dirección donde el cultivo intelectual va parejo con la curiosidad por el conocimiento y la necesidad de expresión creativa. En el último tercio del siglo XX la eclosión de las mujeres a todo tipo de estudios y profesiones cambiará decididamente la configuración de la sociedad, donde el uso de la palabra igual creativa que investigativa, es cauce para generaciones imparables de escritoras creadoras, periodistas, historiadoras y lexicógrafas.

EN ARAGÓN

La inquietud intelectual femenina en Aragón se vio favorecida históricamente por el contacto cultural, político y comercial de la Corona de Aragón con los territorios de Italia, Francia, Países Bajos y las cortes europeas. Como ha sido también habitual, las mujeres accedían a la cultura a través de su condición de religiosas o por su pertenencia a las clases más altas. A lo largo del siglo XVII en Aragón, la celebración de Justas poéticas o certámenes literarios con motivo de las grandes festividades religiosas o para solemnizar acontecimientos relacionados con la familia real y los grandes señores, fueron un ámbito de participación femenina muy habitual. La expresión poética fue una moda social extendida entre las mujeres del XVII, lo cual alentaban las familias pues la publicación de sus textos premiados era motivo de orgullo y prestigio para el apellido, pero por otro lado suponía el verdadero premio a la ambición de las mujeres que fuera de modas, querían darse a conocer en los círculos sociales y culturales más altos para afianzar su trayectoria creativa. Estas justas aragonesas fueron auspiciadas principalmente por las Universidades de Huesca y de Zaragoza, las comunidades religiosas y grandes monasterios y los nobles, y la abundante profusión de autoras aragonesas hizo que Zaragoza fuera junto con Madrid la ciudad española con mayor número de participación femenina en estos certámenes. Además de las referenciales Ana Abarca de Bolea, abadesa del Monasterio de Casbas, y Luisa de Padilla, la Condesa de Aranda, conocemos a Ana Vincencia de Mendoza y Tomasina Francés, incluidas como autoras relevantes en los anales de la ciudad, y otras como María Nieto de Aragón, Teresa Oliván, Isabel del Mas, Isabel Sanz de Armora y Juana Sánchez de Acuña, que merecieron en su momento la dignificación de los cronistas estudiosos de la época.

En el siglo XVIII y con la Ilustración, se pone de manifiesto la gran brecha cultural que existe entre las clases altas y las capas populares sobre todo en relación a las mujeres. La Ilustración enfoca la necesidad de formación femenina como manera de acceder a un empleo que les evite caer en la pobreza; la mujer es motivo de reflexión y análisis en los discursos de médicos, moralistas y políticos, pero al mismo tiempo las propias mujeres se plantean la realidad y analizan las causas de la diferencia de oportunidades culturales y su papel en la sociedad. Empiezan a cuestionarse los roles identificados como propios de una mujer, y, siempre desde un ámbito social alto e instruido, las mujeres quieren participar con sus ideas en la forja de una nueva sociedad. Entre ellas emerge como referencia por su talento intelectual único, la zaragozana Josefa Amar y Borbón que hará que su voz se escuche desde Aragón en el mundo a través de un campo en el que hasta entonces no había sitio para la razón femenina: la escritura de ensayos, traducciones, disertaciones filosóficas y estudios razonados.

La invasión napoleónica y la Guerra de la Independencia deja una profunda huella en la sociedad y la mentalidad aragonesa, que involuciona además por la pobreza que se hace endémica entre la población y la sucesión de guerras políticas que arrastran continuas tensiones sociales; la nobleza rural y las familias de linaje y alcurnia tradicionales de Aragón abandonan el territorio para instalarse en Madrid. A la vez se produce un éxodo de gentes que abandonan los pueblos y las zonas rurales para ir a vivir a la capital aragonesa, buscando mejores oportunidades para sus hijos. Todo ello conforma la amalgama de una nueva realidad. De la necesidad de construir esa nueva sociedad emergen personalidades sobre todo a partir de la muerte de Fernando VII en 1833 que preparan los cambios sociales, animados por el espíritu del Romanticismo, que traerá también el nacionalismo intelectual y el regionalismo con la necesidad de reivindicar lo propio.

Las mujeres forman parte de los procesos productivos en el sistema más bajo y familiar de la economía, con una mayoría de ellas sin alfabetizar en una sociedad que no puede ignorarlas ya sin embargo. Las que pueden emerger como escritoras pertenecen a familias que han podido ofrecer formación a sus hijas y nuevas clases emergentes acomodadas económicamente ya en la capital aragonesa, y desde ahí se proyectan a la vida cultural y la nobleza de Madrid gracias a las relaciones sociales y políticas. Es muy común sin embargo que utilicen seudónimos para publicar, bien para moverse con más facilidad en lo que son estructuras masculinas tradicionales, o bien porque las propias familias no terminan de aceptar la ruptura de esquemas que supone que su hija o su esposa escriban en prensa y revistas de la época.

A caballo con el siglo XIX, un nutrido grupo de creadoras cultivan, incluso con proyección nacional, el teatro y la poesía romántica manteniendo “un ideal femenino” todavía influido por la educación religiosa, mientras afloran además autoras que reflexionan sobre ese ideal y promueven nuevos criterios para la educación femenina, abundando en las bases heredadas de las ilustradas promoviendo los primeros discursos para la emancipación de la mujer y la defensa de sus derechos para la igualdad. El sentimiento regionalista se dirige hacia la investigación del lenguaje y las costumbres locales, con los primeros ejemplos de recopilación de voces aragonesas por parte de estudiosas que sin dejar de avanzar en sus carreras intelectuales, miran al pasado para no perder la riqueza de la cultura rural de donde proceden, pueblos del Pirineo aragonés y del Bajo Aragón primordialmente.

Con la burguesía urbana asentada en la primera mitad del siglo XIX, la edición de periódicos y revistas es esencial para la forja de una mentalidad, a cuyo ámbito la mujer se incorpora con avidez, como articulista y colaboradora, dando visibilidad a la creciente inquietud intelectual de mujeres que defienden no sólo la cultura femenina sino también su capacidad para realizar funciones reservadas tradicionalmente a los hombres. En Aragón la escritura periodística y la edición de diarios fue especialmente profusa, con más de veinte funcionando desde final de siglo XX a pesar del elevado analfabetismo que existía aún en su sociedad. Del mismo modo, abundaba la existencia de Tertulias y Casinos donde el intercambio de opinión y la lectura de textos era de suma importancia para la comunicación, la conformación de las ideas políticas de sus asistentes y darse a conocer.

Las mujeres quieren acceder a los ámbitos públicos de opinión como son periódicos, revistas y tertulias expresando su derecho a la opinión y a la creación, pero aunque la instrucción femenina empieza a ser más habitual a partir de la segunda mitad del siglo XIX, el reconocimiento de mujeres escritoras aragonesas sigue dependiendo mucho de que pertenezcan a familias bien relacionadas culturalmente o con miembros varones que ya tienen una trayectoria intelectual reconocida. Muchas todavía realizan estudios como complemento o adorno a una formación que sigue encaminada a su papel familiar, aunque ya están destacando decididamente figuras avanzadas a su tiempo como Concepción Gimeno Gil de Flaquer y Pilar Sinués y Navarro, con una proyección internacional que marcará la dirección ya irrenunciable para las mujeres del recién comenzado siglo XX, defendiendo el derecho a sentirse orgullosa de ser mujer, y usando la voz y la palabra para extender su idea central: la exaltación y defensa de la igualdad femenina.

El desarrollo de la prensa, los movimientos a favor del voto femenino y la incorporación de la mujer de clase media al mundo laboral en los años 20 facilitará de forma general que la escritura femenina salga del ámbito fundamentalmente religioso y conservador. La educación de las niñas y el acceso de las mujeres aragonesas a los estudios universitarios tendrá un efecto multiplicador en la expansión de sus capacidades en el uso de la palabra como escritoras, creadoras en los distintos géneros literarios, investigadoras y documentalistas, y la Universidad de Zaragoza es sin duda un foco de extraordinaria importancia con su Facultad de Filosofía y Letras, durante años, la única que existía. De ella salen brillantes primeras licenciadas, historiadoras y lexicógrafas, como María Moliner, emblema de la inquietud intelectual inagotable de otras muchas mujeres aragonesas en el primer tercio del siglo XX.

SOBRE LOS TRES APARTADOS EN QUE SE PRESENTA ESTE VOLUMEN

La ambición intelectual de las mujeres de los dos últimos siglos volcada en el uso de la palabra, se demostraba en su creatividad, primero como creadoras literarias, escritoras en diversos géneros desarrollados simultáneamente respondiendo al impulso y necesidad de expresarse en ámbitos de comunicación como periódicos y revistas, y como investigadoras a continuación, historiadoras y documentalistas que revisan la herencia recibida y reescriben la historia proponiendo nuevas formas de afrontar la interpretación del pasado.

Para la creatividad femenina no bastaba con vaciarse desde dentro. Era preciso comunicar, construir puentes desde el volcán interior que necesitaba aflorar hacia el resto del mundo para hacer llegar el mensaje elaborado e inteligible, para entregar al mundo esa pasión hecha mensaje: hecha poesía, novela, reflexión ensayística, obra de teatro, relato o artículo periodístico. La expresión polifacética tiene un mismo canal hacia el mundo: la palabra iluminada desde la cualidad creadora de muchas mujeres, con una intención: la comunicación.

Lo que tienen en común las mujeres cuya huella intelectual ha llegado a nuestros días es razón primordial para contribuir a su visibilización: abrieron caminos. Es su posicionamiento ante la vida lo que hace que encarnen una decisión que las convierte en referencias de cómo seguir adelante superando límites.

Ellas fueron las que labraron los caminos a lo largo de los siglos XIX y XX.

Si bien la mayor parte de las figuras reseñadas en este capítulo realizaron su aportación escrita como artífices de la palabra en varios géneros literarios y soportes intelectuales a la vez, simultaneando en muchas ocasiones con labores docentes o desde la intimidad de su hogar por vocación, se han distinguido tres apartados que pretenden agruparlas según su dedicación profesional más reconocida, como:

Dolores Cabrera y Heredia

Mujeres en la literatura

Creadoras, Poetas, Novelistas, Narradoras, Guionistas, Ensayistas, Dramaturgas,

Incluye los legados de mujeres que utilizaron todos los géneros literarios en que su inquietud las llevó a expresarse, como novela, poesía, ensayo, dramaturgia, artículos de divulgación y crónica, cuentos, y literatura de viajes.

María Pilar Comín Ros

Mujeres en el periodismo

Periodistas, Articulistas, Cronistas, Editoras, Divulgadoras, Comunicadoras

Incluye los legados de mujeres cuya actividad dominante se dirigió a la comunicación como precursoras y accediendo a su profesionalización en la segunda mitad del siglo XX

María África Ibarra Oroz

Mujeres en el estudio de las palabras y la historia

Filólogas, Lexicógrafas, Bibliotecarias, Archiveras, Traductoras, Documentalistas, Historiadoras

Incluye los legados de mujeres investigadoras de la herencia recibida del pasado, para su recopilación, conservación y revisión, y que comienzan en muchos casos la labor de reescribir el patrimonio cultural histórico proponiendo nuevas formas de afrontar la interpretación del pasado.