LAS PRIMERAS FORMADORAS
EL SIGLO XIX: MAESTRAS DE MAESTRAS
Donde podían haberla admirado los hombres más eminentes, era en las clases de las aspirantes al título de maestra. El número de estas era inmenso, y entre ellas se encontraban algunas de más edad que mi directora. Otras sumamente ilustradas. Bastantes de familias aristocráticas, que, sin necesitar esa carrera, anhelaban un título que tanto enaltece a la mujer y que es el único que no le está vedado en España.
Sobre Gregoria Brun Catarecha,
su maestra inolvidable,
escrito por Concepción Gimeno Gil de Flaquer en su obra
'La mujer española. Estudios acerca de su educación
y sus Facultades Intelectuales', de 1877
Presentación
Incluye los legados de las primeras mujeres que estuvieron encargadas de formar a las futuras maestras que se propagarían por toda la geografía para proporcionar enseñanza a las niñas.
Tradicionalmente la educación de las niñas no estaba estructurada ni se consideraba importante. Las familias acomodadas querían educar a sus hijas para inculcarles buenos modales sociales y prepararlas para elegir un buen matrimonio aunque fuera de conveniencia, por interés del patrimonio familiar. Así nacieron las Escuelas de Señoritas en el siglo XIX, creadas en toda Europa y donde las niñas aprendían a escribir, las reglas de matemáticas, un poco de historia y literatura y algún idioma. Pero, sobre todo, aprendían a hablar, a sentarse, a bordar y a tocar el piano. Estas escuelas se extendieron pronto en España con gran éxito. En el mismo siglo XIX los gobiernos públicos empiezan a considerar la necesidad de instruir a las niñas al igual que a los niños. Será a lo largo del siglo cuando se lleguen a fundar suficientes escuelas públicas y femeninas, que conllevará la incorporación de mujeres maestras y su intervención en la transmisión de conocimientos en las aulas, si bien la preparación docente de las maestras fue totalmente opuesta a la de los maestros.
La llamada Ley Moyano de 1857 permitió la creación de las Escuelas Normales de Maestras, tres décadas después de que se hubieran creado las de Maestros (creadas por la Ley de Instrucción Primaria de julio de 1838). Y en 1858 accedieron las mujeres a la enseñanza del Magisterio. La creación y el desarrollo de las Escuelas Normales de Maestras en los primeros años de su aparición, fueron un fiel reflejo del abandono que afectaba a la educación de las mujeres, mantenida durante mucho tiempo. El discurso sobre las menores posibilidades y necesidades intelectuales de la mujer que se reiteró a lo largo del siglo XIX tuvo su proyección clara sobre la enseñanza de las niñas y jóvenes y sobre la formación de las que iban a estar encargadas de proporcionar enseñanza a esas niñas (cit. Pilar Abós Olivares, Universidad de Zaragoza). Los niños se dedicaban al estudio de la lectura, escritura, contabilidad y gramática, mientras los contenidos de las niñas estaban basados en principios religiosos tradicionales, morales, de higiene y labores domésticas. En definitiva, una educación basada en los problemas matrimoniales, el cuidado de la educación física y psíquica del marido y de los hijos.
Las Escuelas Normales de Maestras constituyeron a lo largo de todo el siglo XIX la mayor posibilidad para la emancipación de la mujer, a pesar de las constricciones y limitaciones de su formación y de las circunstancias que habían de rodear el ejercicio de su profesión. Pero supusieron para muchas jóvenes poder salir a estudiar y a vivir fuera de su lugar de origen, y para muchas de ellas encauzar su vida posterior fuera del ambiente familiar, ganar para su subsistencia personal, proyectarse hacia el exterior, contribuir a salir de un estado de ignorancia total a muchas niñas, ser en cierto modo un modelo de vida para dichas alumnas. (Cit. P.Abós Olivares).
Aun así la mentalidad de la época condicionaría los contenidos de su formación, por la falta de exigencia en la preparación del profesorado femenino, a la vez que tardaría mucho tiempo en aparecer una regulación legal para lograr una mínima homogeneidad en el funcionamiento de las Escuelas Normales de Mujeres. Como rezaban los manuales de la época, 'el estudio no debía hacer olvidar que las virtudes principales de la mujer son la calidad, prudencia, modestia, honestidad y obediencia'.