¿Y a ti, qué te mueve?


Si eres estudiante, seguro que más de una vez has pasado por algún momento en el que has sentido que no puedes seguir adelante con tus tareas, que toda la energía con la que empezaste se va desvaneciendo. Suele ocurrir cuando nos enfrentamos a un proyecto que implica largos periodos de preparación y, lo que ocurre, es que poco a poco nos vamos desmotivando. Desde la Asesoría de Estudios del CIPAJ, queremos darte unas estrategias para que aprendas a motivarte con los estudios. Pero antes, vamos a explicar unos conceptos básicos sobre la motivación. 

Palabras clave: motivación, estudiar

EducaciónSalud - Salud emocional

Cómo recuperar tu motivación para estudiar

Si eres estudiante, seguro que más de una vez has pasado por algún momento en el que has sentido que no puedes seguir adelante con tus tareas, que toda la energía con la que empezaste se va desvaneciendo. Suele ocurrir cuando nos enfrentamos a un proyecto que implica largos periodos de preparación y, lo que ocurre, es que poco a poco nos vamos desmotivando.

Desde la Asesoría de Estudios del CIPAJ, queremos darte unas estrategias para que aprendas a motivarte con los estudios. Pero antes, vamos a explicar unos conceptos básicos sobre la motivación.

¿Qué es la motivación? Podemos definirla como la fuerza que nos empuja a la acción. Comprende procesos que dan energía, dirigen y mantienen la conducta.

¿Qué tipos de motivación existen? Podemos diferenciar entre motivación externa e interna. La motivación externa supone hacer algo con el fin de lograr otra cosa, por ejemplo: una persona puede estudiar muy duro por el reconocimiento social que le proporciona un buen empleo una vez haya finalizado sus estudios. Por su parte, la motivación interna, supone hacer algo por el placer que siente la persona al realizar esa actividad: entreno todos los días por el placer que me supone realizar ejercicio.

¿Qué aspectos son importantes en la motivación?

Las atribuciones son las explicaciones que damos sobre las causas de nuestra conducta, así, puede ser interna o externa al estudiante; estable (siempre ocurre así) o inestable (puede cambiar en el tiempo); Según el grado de control que tengamos de la situación, podrá ser controlable o incontrolable. Pongamos un ejemplo:

Ante un suspenso en un examen, puedes pensar que no te has esforzado lo suficiente al preparártelo. Así, percibes que tu fracaso se debe a factores internos (te atribuyes el fracaso a ti mismo/a), inestables (la situación puede variar: esta vez no lo he preparado bien, pero otras veces sí lo llevo mejor preparado) y controlable (puedo cambiar la situación, y estudiar más). Así, sabes que tienes el poder de cambiar por ti mismo/a esta situación, lo que te llevará a aumentar la motivación y a esforzarte para aprobar el siguiente examen. Ante el mismo suspenso puedes pensar que has suspendido porque el profesor o profesora te tiene manía: así explicas tu fracaso por una causa externa (no ha sido por mí, sino el profesor/a, que me ha suspendido); estable (me volverá a suspender en un futuro), e incontrolable (no puedo hacer nada para cambiar esto). Creerás que nunca podrás aprobar la asignatura porque te tienen manía y como es una situación que se repetirá y que escapa a tu control, no intentarás esforzarte para mejorar esa nota.

Los estudiantes se esfuerzan más cuando atribuyen sus éxitos y sus fracasos a su esfuerzo personal. Y tú, ¿cómo explicas tus fracasos o tus éxitos académicos?

La motivación también se basa en el interés: los estudiantes nos esforzamos más cuando lo que aprendemos es importante, cuando nos interesa la materia y valoramos lo que aprendemos.

También influye la autoeficacia: Cuando nos sentimos capaces y creemos que podemos tener éxito nos esforzaremos más y es más probable trabajar más duro para lograr un objetivo que si esperamos fracasar.

El rendimiento mejora cuando establecemos objetivos específicos, a corto plazo y desafiantes: cambiar un pensamiento del tipo "este año voy a estudiar más", por metas como "sacar un 7 de media en el primer cuatrimestre", "voy a llevar los apuntes al día". Aunque también es importante fijarse metas a largo plazo como "quiero sacarme el título de Bachiller": así los objetivos a corto plazo nos van a ayudar a juzgar mejor nuestro progreso y nos servirán como pasos previos para alcanzar las metas a largo plazo que nos hayamos fijado.

Ahora que ya conoces estas nociones básicas sobre la motivación, es el momento de pasar a la práctica:

  • Define tus valores y tus propósitos: "¿qué es importante para ti en la vida?", "¿por qué es importante?", "¿qué es para ti tener una buena calidad de vida?"
  • Establece una meta a largo plazo. Cuando te sientas desmotivado/a, recuerda qué es lo que te ha llevado a empezar este camino: "es un requisito para acceder al puesto al que aspiro"; "voy a tener más oportunidades laborales con el título"; "voy a tener más libertad de elegir dónde continuar"
  • Divide esta meta en otras más concretas y fáciles de alcanzar. A veces pensamos que nuestra tarea es tan amplia y abrumadora que nunca la vamos a acabar
  • Observa los logros que has conseguido: nos ayudan a seguir hacia delante. Escribe en un folio las metas que has ido alcanzando para tenerlas presente y recordar de lo que eres capaz, tienes que estar orgulloso de tu trabajo.
  • Planifícate: es tan importante establecer metas como planificar la manera de alcanzarlas. Gestionar tu tiempo, establecer prioridades y organizarse bien es un elemento central para no perder la motivación.
  • ¡Conócete! Piensa, ¿qué es lo que te suele desviar de tu tarea? Comprueba dónde y cuándo te distraes, e intenta controlar estas situaciones.

 

Naiara Franco
Asesora de Estudios del CIPAJ y la Universidad de Zaragoza.

 

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