9. De la Plaza Carmen a la de Salamero

Cruzamos el Paseo de la Independencia y nos dirigimos por la Calle Cádiz hasta la Plaza del Carmen. En ella se encuentra uno de los recuerdos erigidos en Zaragoza a su pintor más internacional, Francisco de Goya. El monumento al artista de Fuendetodos se consideró siempre una obligación, un compromiso para con Goya, que la ciudad tardó demasiados años en saldar. De hecho, desde principios del siglo XX se fueron sucediendo convocatorias de concursos, que fallaron a favor de diversos proyectos, sin que se llegasen a concretar en una obra definitiva. Los dos bustos de Goya que existen en la ciudad, éste de Honorio García Condoy -que presenta concomitancias con el erigido en Fuendetodos obra de Julio Antonio- y el modelado por Félix Burriel que se encuentra en el Rincón de Goya, se ejecutaron a finales de los años veinte. Sin embargo, transcurrieron décadas antes de que se colocaron finalmente en sus respectivos emplazamientos. Zaragoza hubo de esperar hasta los años sesenta para que se erigiera en su espacio urbano un gran monumento a Goya de cierta entidad, más allá de los bustos mencionados. Pero no se halló exento de polémica, ya que no se encargó de su construcción un escultor regional, una idea vinculada con el proyecto casi desde sus orígenes; sino que se encomendó directamente al catalán Federico Marés y se instaló en la Plaza del Pilar. Todavía hoy podemos contemplarlo, aunque su disposición original quedó alterada tras la reforma que eliminó el elemento vegetal e incluyó la fuente.

Proseguimos por la calle del Teniente Coronel Valenzuela hasta llegar a la Plaza de Salamero. A pesar de que en la actualidad no encontramos ninguna escultura pública, hemos de imaginarnos el aspecto que presentarían sus jardines con el monumento a Joaquín Dicenta que realizó Honorio García Condoy. Este busto formaba parte de una triple iniciativa surgida en 1928 que pretendía rendir homenaje a tres literatos aragoneses. Todas ellas se materializaron y se dispusieron en diferentes puntos de la ciudad. Además de éste y el ya mencionado a Marcos Zapata, sito en la plaza de Aragón, restaba un tercero dedicado a Eusebio Blasco que se erigió en el Parque de Primo de Rivera. Tanto el de Dicenta como el de Blasco, contaron con unas pequeñas fuentes en sus frentes, desaparecidas en la actualidad, que respondían más a una intención simbólica que utilitaria.

Incluso puestos a forzar más todavía nuestra imaginación, podemos conjeturar la posible apariencia de esta plaza si se hubiese erigido el Monumento conmemorativo al Cinco de Marzo que pretendía construirse en el centro de la misma, enfrente de la calle del mismo nombre. De hecho, llegó incluso a colocarse la primera piedra en marzo de 1909, aunque la idea se paralizó hasta 1933, cuando se retomó y se convocó un concurso de anteproyectos entre escultores y arquitectos aragoneses. De haberse construido el destacado como ganador, obra de Jesús Serrano, la fisonomía de este espacio sería, sin duda, bien distinta. Otra iniciativa fallida más, como la del monumento a Costa, que ejemplifica que no siempre el afán conmemorativo presente a lo largo de todo el siglo XX, que pretendía recordar acontecimientos y personajes, llegó a buen término. Las razones por las que se paralizaron estas iniciativas fueron diversas, principalmente económicas e ideológicas; y mientras algunas tan sólo quedaron aplazadas, en otros casos como éste, nunca más se replantearon.