1. Plaza del Pilar

La plaza del Pilar, tal y como es hoy, tiene su origen en 1937, cuando el arquitecto municipal Regino Borobio, amplió la superficie del viejo fosal de Santa María -la antigua plaza que comprendía únicamente el espacio situado delante del templo del Pilar - al unir las plazas de Huesca, del Pilar y de la Seo, derribando las edificaciones que existían entre ellas. En 1990, la plaza del Pilar fue nuevamente remodelada adquiriendo su aspecto actual. El proyecto de Ricardo Usón afectaba a la zona delimitada por la calle Don Jaime I y San Juan de los Panetes. Las modificaciones a introducir se limitaron a una reordenación del espacio, desterrando el concepto de avenida que pudo tener en un principio y acercándolo al de plaza, convirtiéndolo en el "salón" o "tarjeta de presentación" de la ciudad.

En la fachada meridional de la plaza, se alternan edificios decimonónicos, con otros construidos en los años cuarenta. El enlace entre esta disparidad formal y espacial, se estableció a través de un criterio de analogía contrastada, rechazando una integración historicista e introduciendo elementos arquitectónicos acordes a las torres de iluminación situadas en la bandeja central. Los pilares pétreos existentes dan paso a otros grandes pilares metálicos junto a los que se colocaron: el acceso a los aparcamientos subterráneos; la Oficina de Información y Turismo; y una pieza mural, en la que se disponen teléfonos públicos, paneles de información...

La búsqueda de soluciones, exigía también el estudio de dos problemas fundamentales que la plaza presentaba: los cierres este y oeste de la misma. El primero se realizaba parcialmente, por medio de la reestructuración del Monumento a Goya . En esta remodelación se mantuvieron sus piezas escultóricas, no obstante el conjunto se trasladó hacia el flanco meridional de la plaza, para así permitir una mejor visualización del edificio de la Lonja y crear un espacio de reposo en dicho extremo. La figura de Goya, situada sobre un monolito, no admitía sino una visión frontal, es por esto por lo que se proyectó un soporte perspectivo posterior y en la parte inferior una "arquitectura de agua", consistente en láminas extensas que crearan un microespacio de reposo. La nueva disposición del monumento, permitía amplias perspectivas hacia la Lonja y constituía un cierre parcial de la plaza, al ser un telón relativo frente a la transición a la plaza de La Seo.

El cierre occidental de la plaza del Pilar, presentaba unas características totalmente distintas al ya descrito y en él se optó finalmente por construir un monumento que permitiera una integración perspectiva en el sector: la Fuente de la Hispanidad . Ésta se proyectó como una arquitectura de agua que simbolizara la Hispanidad. Se eligió para esta construcción una forma sencilla, ya que las composiciones complejas, exigían elementos de pequeña escala que difícilmente hubieran podido integrarse en un gran espacio como éste. Se optó por un plano inclinado que provocara una fuga visual controlada, despejando la tensión originada por la torre de San Juan de los Panetes, de manera que el cierre perspectivo de la plaza incorporara las siluetas monumentales. A lo largo de este plano inclinado, el agua resbala hacia la bandeja central. Las grietas incisas en el plano en su zona meridional, junto a las líneas trazadas en el pavimento del paso lateral y el estanque al que fluye el agua de la fuente, conforman la silueta de Sudamérica, reflejo preciso del concepto de Hispanidad que se pretendía plasmar. Este concepto, está igualmente subrayado por pequeños elementos de mobiliario urbano como son: un conjunto de tres monolitos que representan las carabelas del descubrimiento y una esfera que refleja el orbe terrestre.

Completando el conjunto y acentuando el carácter de espacio de reposo que se pretendía dar a este lugar, se plantaron hileras de árboles dispuestos a intervalos regulares, con una continuación en la zona central de la plaza.

La relevancia que adquiría el lugar, requería un alumbrado acorde con la misma. Para ello se proyectaron unas torres de iluminación, dispuestas según un eje vertebral asimétrico, próximo a la fachada meridional de la plaza y en consecuencia, a suficiente distancia del flanco septentrional de la misma, fachada que por la importancia de los edificios que la conformaban, se trataba de acentuar. Estas torres de iluminación, concebidas a modo de grandes pilares metálicos que enlazaban así con la pérgola que recorre la fachada sur de la plaza, se disponían de dos en dos según intervalos que creaban microrritmos hacia el pasillo que ambos elementos definían. Se buscaba así huir del concepto individualizado de farola y lograr conjuntos de iluminación que por su definición conformaran el espacio.