Ayuntamiento de Zaragoza

Juventud / CIPAJ

Alimentación emocional

Tema: Salud

"Cuando el espíritu se silencia, el cuerpo habla"

Imagina que te acabas de pelear con tu mejor amig@. Ha sido un conflicto leve y sabes que amb@s lo superaréis pero ahora estás enfadad@. Cuando entras en casa, ¿cómo es más habitual que reacciones?:

Buscas o llamas a alguien de confianza con quién compartir lo sucedido, manteniendo una conversación larga y consoladora al respecto.

Llegas a casa y te diriges a comer algo ¿Podrá eso ayudar a sentirte realmente mejor o solo a sentirte llen@? o tal vez tras la discusión ya no eres capaz de comer nada en todo el día.

¿Por qué tenemos ataques de hambre cuando nos angustiamos?, ¿por qué en ocasiones se nos cierra el estómago si estamos preocupad@s con alguna situación?, ¿a qué se deben los cambios de peso?..."

Para poder abordar estas cuestiones, en este artículo vamos a centrarnos en dos de las necesidades básicas que tenemos como seres humanos: el hambre (alimentación física) y el amor o afecto (alimentación emocional). Si este último falla, la mente buscará canales para expresar su malestar.

Se aprende a comer y se aprende a amar

La comida forma parte de las necesidades biológicas y el amor está dentro del ámbito de los deseos, para sentirnos bien con l@s otr@s y con nosotr@s mism@s y por tanto, pertenece al mundo psicológico.

Las dificultades con la alimentación son una manera de expresar o calmar sentimientos que no pueden ser dichos o emociones que no nos permitimos sentir, pudiendo al menos reducir la tensión emocional interna.

Desamor, abandono, culpa, rabia, celos, rivalidad, aburrimiento, angustia o tristeza son algunos de los sentimientos que pueden estar intentando expresarse tras los conflictos con la alimentación. Comer emocionalmente es el uso de los alimentos como forma de afrontar las emociones en lugar de como forma de calmar el hambre.

Los patrones de comer emocionalmente se pueden aprender desde pequeños, un/a niñ@ a quien siempre se le da un dulce tras un logro importante puede crecer utilizando los dulces como recompensa por el trabajo bien hecho. Un/a niñ@ que recibe galletas por dejar de llorar puede aprender a asociar las galletas al consuelo.

Además algunos alimentos tienen un valor especial porque han estado asociados a afectos placenteros y/o celebraciones especiales que alimentaban nuestra estima, a relaciones donde el amor y la ternura se enlazaban y nos hacían sentir bien.

Entonces, cuando necesitamos aliviar nuestra tristeza buscamos aquel alimento asociado con un instante de la vida en el que nos sentíamos seguros y queridos ya que pueden representar el poder o la seguridad que nos faltan ante determinadas situaciones de la vida por su capacidad para evocar al padre, a la madre, a l@s prim@s, al entorno familiar, tan acogedor y seguro.

Hasta cierto punto, todos somos comedores emocionales pero en algunas personas puede ser un problema real (por exceso, por defecto, por estar continuamente pasando de una dieta a otra, por buscar autoestima, consuelo y/o calma sólo a través de la alimentación) y en estas ocasiones, será necesario acudir a un profesional.

Detenernos a pensar lo que nos ocurre, y ponerle palabras, puede ayudarnos a encontrar otras formas de afrontar las situaciones y emociones que hacen que una persona se refugie en los alimentos. Sería conveniente reflexionar qué estado de ánimo nos provocan el hambre o la inapetencia, qué deseos, ambiciones, decepciones o fantasías se ocultan tras esos actos que nos llevan a ingerir o a rechazar el alimento. Algunos conflictos internos nos pueden conducir a ocupar demasiado tiempo y energía en centrar nuestra atención en lo que comemos, mientras el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de nuestros afectos.

El síntoma, en este caso las dificultades con la alimentación, puede sacar a la luz aspectos de la persona que de otra manera quedarían ocultos. Debe tenerse en cuenta que todo síntoma trata de decirnos algo de nosotr@s mism@s.

La adolescencia, una etapa especialmente vulnerable

Íntimamente relacionado con lo anterior, se encuentra el grado de aceptación o la relación que cada un@ tiene con su cuerpo o más bien con la imagen interna que cada un@ tenemos de nuestro cuerpo, ya que es una mirada subjetiva. Esta imagen reúne todas nuestras vivencias con l@s otr@s, recogiendo nuestra historia emocional (experiencias de aprobación, rechazo, afecto, desprecio…) e influye en la autoestima que nos tenemos. Durante la adolescencia, se sufren muchas transformaciones corporales y psicológicas, que conducen a nacer como joven. En esta etapa se soportan muchas incertidumbres sobre el futuro y hay que tomar decisiones cuando, en ocasiones, todavía no se tiene claro lo que cada un@ quiere hacer en la vida.

Algunos síntomas en torno a la alimentación pueden ser un intento de controlar todos los cambios que ocurren durante esta etapa evolutiva. Además, la adolescencia es una etapa vulnerable a los trastornos de la alimentación porque la autoestima está muy vinculada al peso y sometida a un bombardeo de imágenes que alimentan un ideal de perfección que no existe. Algunas ideas de este artículo han sido extraídas del libro La Alimentación Emocional, disponible gratuitamente en la web de la autora.

Silvia Martínez Rodríguez
Asesoría Psicológica para Jóvenes del CIPAJ y de la Universidad de Zaragoza

Información actualizada en noviembre de 2014

Dónde acudir

CIPAJ. Asesorías para Jóvenes. Casa de los Morlanes. Pza. San Carlos, 4. Cita previa en el teléfono 976 721 818 o en cipaj@zaragoza.es

UNIVERSIDAD. Asesorías para Jóvenes

  • Campus universitario San Francisco. Casa del Estudiante. Corona de Aragón, 42.
  • Campus universitario Río Ebro (Actur). Edificio Betancourt,

Cita previa para ambos campus en los teléfonos 976 761 356 o en asesoria@unizar.es

CIPAJ, Centro de Informaci�n Juvenil.. Casa de los Morlanes. Plaza San Carlos, 4. 50001 Zaragoza. Tel. 976 721 818. cipaj@zaragoza.es