Una de las dificultades que nos encontramos muchas veces es la de saber controlar nuestras emociones, ¿cuántas veces nos hemos visto superados/as por los nervios?, ¿descontrolados/as por la ira? o ¿manejados/as por los temores? Desde pequeños nos educan en lo académico, en lo cognitivo e intelectual. Sin embargo, el aprendizaje social y emocional queda en un segundo plano, siendo estas últimas habilidades necesarias para la vida.
La palabra emoción, proviene del verbo latino moveré (que significa moverse), más el prefijo “e” que quiere decir movimiento hacia. Por lo tanto, toda emoción implica una tendencia a la acción. Son impulsos innatos que nos llevan a actuar. Todas las emociones tienen tres componentes:
Las emociones y los sentimientos influyen en nuestros pensamientos, ya que estos se crean basándose en esa información, al mismo tiempo que ciertos pensamientos condicionarán nuestras emociones y sentimientos. Si aprendes a pensar de una forma adecuada, aprenderás a sentir de otra forma.
Cuando una emoción se ha desencadenado no se puede eliminar, tenemos que aprender a regularla, es decir, si se ha desencadenado la ira es imposible que desaparezca, pero lo que yo puedo hacer es disminuir su duración. Puedo elegir si quiero estar un día triste o toda mi vida. Es decir, está en mi mano que esa emoción permanezca en el tiempo y se convierta en un estado de ánimo.
Ahora que sabemos que podemos influir en nuestras propias emociones y los beneficios que esto puede conllevar, es necesario que sepamos que cada uno es dueño de sus emociones. Debemos ser responsables de nuestras emociones de la misma forma que no tenemos que sentirnos responsables por los sentimientos de los demás. Esto no quiere decir que no debamos de ser comprensivos o atentos si alguien lo está pasando mal, sobre todo si es por nuestro mal comportamiento, sino que debemos abandonar la idea de que somos nosotros quienes debemos eliminar la tristeza del otro, la ira de mi pareja… De este modo carecen de sentido frases como: “me pones de los nervios”, “me estás estresando”, “esta gente me saca de quicio”, “por tu culpa me siento mal”. Ya que tú eliges sentir eso y tú eres quien decides si quieres seguir sintiéndolo no.
Lo que hagamos con nuestras emociones, el manejo de forma correcta depende de nuestra inteligencia emocional. "La Inteligencia Emocional es la capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlos y compartirlos con los demás."
Daniel Goleman.
Según este autor hay dos tipos de inteligencia emocional:
Y como bien dijo Goleman “si no controlas tus habilidades emocionales, si no tienes consciencia de ti mismo, si no eres capaz de controlar tus emociones estresantes, si no puedes tener empatía y relaciones efectivas, entonces no importa lo inteligente que seas, no vas a llegar muy lejos”.
Nos queda mucho por conocer y por aprender, pero… ¡que reto tan interesante si al final lo que conseguimos es ser un poco más felices!, de eso no cabe duda.
Lecturas relacionadas:
Aroa Ortega Valdés
Asesoría Psicológica del CIPAJ y de la Universidad
Información actualizada en septiembre 2016
CIPAJ, Centro de Informaci�n Juvenil.. Casa de los Morlanes. Plaza San Carlos, 4. 50001 Zaragoza. Tel. 976 721 818. cipaj@zaragoza.es